Despedida
Año 2130. Metrópolis de Hispania.
Faltaban tan sólo treinta minutos para que la nave saliera. Tomás estaba bastante
impaciente ya que había estado entrenando para este momento durante cerca de siete largos
años. Era un adolescente de 18 años, gozaba de muy buena salud y muy avezado.
Como consecuencia de la emisión de gases contaminantes a la atmósfera, sobre-explotación de los recursos naturales y la toxicidad del suelo debido a la última guerra entre varios estados, el planeta Tierra había sufrido una funesta degradación que no permitía mucho margen de maniobra a los gobernantes.
De las cinco grandes metrópolis que componían la Tierra, cada una mandaría cinco
chicos y cinco chicas jóvenes al nuevo planeta descubierto recientemente por la
Agencia Espacial Deltoides llamado Acchotis 95F. Planeta con un tamaño
inferior a la mitad de la Tierra pero, con buenas condiciones de habitabilidad. La
idea era crear una colonia humana que permitiera la perpetuación del ser humano.
En los últimos 10 años se habían probado multitud de técnicas para la limpieza del
planeta. Uso de materiales biodegradables, drones que absorbieran los gases de
efecto invernadero y los transformaran en vapor de agua, androides muy resistentes
para la extracción de residuos nucleares. Todo ello resultó insuficiente. El colapso medioambiental era tan elevado que no había opción posible en volver atrás. El envío de embajadores espaciales a nuevos planetas era la única esperanza.
- ¡Tomás! ¡Alexia! ¡Mefisto! ¡Bea! y ¡Jana! Seréis los primeros- comentó el capitán
Ramírez con voz queda. Era un tipo con apariencia apuesta, ojos penetrantes y
nariz prominente. A su lado se encontraba un androide dándole actualizándole la información.
Tomás debía despedirse de su maravilloso planeta así como de sus
padres. Nunca más volvería a verlos. Le entristecía mucho. Le habían dado todo
lo que unos padres podrían darle a un hijo y tenía que dejarlos. Se aproximó a ellos para fundirse en un cálido abrazo, las lágrimas estallaron en sus ojos, seguidos de unos profundos y desgarradores sollozos.
El capitán Ramírez no paraba de instar a los grumetes espaciales a embarcarse en
la nave:
-¡Embarcad! ¡Embarcad ya! Es hora de partir, no podemos demorarnos o
perderemos la ventana de lanzamiento- pronunció imperativamente.
Tomás y sus compañeros se despegaron de sus familias con pesadumbre y se
dirigieron a la pasarela de acceso al majestuoso aparato. En su parte exterior se
componía de paneles metálicos de color plateado; cuatro hileras verticales de luces
LED, de arriba a abajo, las cuales cambiaban de intensidad y color
permanentemente. Le conferían un aire atractivo a la vista.
Cuando se encontraban los cinco muy próximos a la puerta de acceso, se oyeron
gritos de ánimo entre los asistentes -¡Ánimo compañeros! ¡Os merecéis la gloria
eterna!- se oía decir. En ese instante, Tomás miró hacia su madre y cruzaron sus
miradas, no pudieron mantenerlas, era demasiado doloroso. Seguidamente, la
gente estalló en un estrepitoso aplauso que acompañó a los jóvenes hasta el
interior.
Una vez dentro, se colocaron en sus puestos, en una hilera de cinco asientos
(mirando al cielo) para el despegue. Una voz proveniente de uno de los droides
dijo:
- ¡Agente 4RJK9 informa de que faltan diez minutos para lanzamiento!- Tomás y
sus compañeros comenzaron a repasar los procedimientos y el plan de vuelo en
voz alta. La nave alcanzaría 5000 km/h en los primeros 20 s, gracias a sus trajes
espaciales podrían soportar esa aceleración.
Nuevamente, el droide se aproximó y dijo – ¡Agente 4RJK9 informa de 2
minutos para despegue!- Su voz metálica sonó como si de un eco se tratara en la
cabeza de Tomás. Ya sólo le quedaba concentrarse en su titánica misión de poblar
un planeta virgen con su equipo. No obstante, aún faltaba, se encontraban a cinco años
terrestres para su llegada.
Faltaban tan sólo treinta minutos para que la nave saliera. Tomás estaba bastante
impaciente ya que había estado entrenando para este momento durante cerca de siete largos
años. Era un adolescente de 18 años, gozaba de muy buena salud y muy avezado.
Como consecuencia de la emisión de gases contaminantes a la atmósfera, sobre-explotación de los recursos naturales y la toxicidad del suelo debido a la última guerra entre varios estados, el planeta Tierra había sufrido una funesta degradación que no permitía mucho margen de maniobra a los gobernantes.
De las cinco grandes metrópolis que componían la Tierra, cada una mandaría cinco
chicos y cinco chicas jóvenes al nuevo planeta descubierto recientemente por la
Agencia Espacial Deltoides llamado Acchotis 95F. Planeta con un tamaño
inferior a la mitad de la Tierra pero, con buenas condiciones de habitabilidad. La
idea era crear una colonia humana que permitiera la perpetuación del ser humano.
En los últimos 10 años se habían probado multitud de técnicas para la limpieza del
planeta. Uso de materiales biodegradables, drones que absorbieran los gases de
efecto invernadero y los transformaran en vapor de agua, androides muy resistentes
para la extracción de residuos nucleares. Todo ello resultó insuficiente. El colapso medioambiental era tan elevado que no había opción posible en volver atrás. El envío de embajadores espaciales a nuevos planetas era la única esperanza.
- ¡Tomás! ¡Alexia! ¡Mefisto! ¡Bea! y ¡Jana! Seréis los primeros- comentó el capitán
Ramírez con voz queda. Era un tipo con apariencia apuesta, ojos penetrantes y
nariz prominente. A su lado se encontraba un androide dándole actualizándole la información.
Tomás debía despedirse de su maravilloso planeta así como de sus
padres. Nunca más volvería a verlos. Le entristecía mucho. Le habían dado todo
lo que unos padres podrían darle a un hijo y tenía que dejarlos. Se aproximó a ellos para fundirse en un cálido abrazo, las lágrimas estallaron en sus ojos, seguidos de unos profundos y desgarradores sollozos.
El capitán Ramírez no paraba de instar a los grumetes espaciales a embarcarse en
la nave:
-¡Embarcad! ¡Embarcad ya! Es hora de partir, no podemos demorarnos o
perderemos la ventana de lanzamiento- pronunció imperativamente.
Tomás y sus compañeros se despegaron de sus familias con pesadumbre y se
dirigieron a la pasarela de acceso al majestuoso aparato. En su parte exterior se
componía de paneles metálicos de color plateado; cuatro hileras verticales de luces
LED, de arriba a abajo, las cuales cambiaban de intensidad y color
permanentemente. Le conferían un aire atractivo a la vista.
Cuando se encontraban los cinco muy próximos a la puerta de acceso, se oyeron
gritos de ánimo entre los asistentes -¡Ánimo compañeros! ¡Os merecéis la gloria
eterna!- se oía decir. En ese instante, Tomás miró hacia su madre y cruzaron sus
miradas, no pudieron mantenerlas, era demasiado doloroso. Seguidamente, la
gente estalló en un estrepitoso aplauso que acompañó a los jóvenes hasta el
interior.
Una vez dentro, se colocaron en sus puestos, en una hilera de cinco asientos
(mirando al cielo) para el despegue. Una voz proveniente de uno de los droides
dijo:
- ¡Agente 4RJK9 informa de que faltan diez minutos para lanzamiento!- Tomás y
sus compañeros comenzaron a repasar los procedimientos y el plan de vuelo en
voz alta. La nave alcanzaría 5000 km/h en los primeros 20 s, gracias a sus trajes
espaciales podrían soportar esa aceleración.
Nuevamente, el droide se aproximó y dijo – ¡Agente 4RJK9 informa de 2
minutos para despegue!- Su voz metálica sonó como si de un eco se tratara en la
cabeza de Tomás. Ya sólo le quedaba concentrarse en su titánica misión de poblar
un planeta virgen con su equipo. No obstante, aún faltaba, se encontraban a cinco años
terrestres para su llegada.
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