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Una aventura romana.

Una aventura romana
Iba a llegar tarde tarde, otra vez. Otra vez. Maldita sea. Otra vez. Era estudiante de la
universidad de Ramón y Cajal, en Sevilla. Yo estudié arqueología e iba a llegar tarde al último
examen. El final. El importante. Corrí y corrí con el libro en la mano y la mochila en la otra. Por
fin llegué y entré en la clase como una exhalación. Me senté en la mesa, saqué el estuche y me
puse a escribir todos mis conocimientos en la hoja. Terminé el sexto de la clase y le entregué
las tres hojas que necesité. Le di el examen al profesor y me senté de nuevo. Me puse a pensar
a donde iría a trabajar y descubrir nuevas civilizaciones y ruina. Riiiiing! Sonó el timbre. Me
levanté, recogí mis cosas y saqué el móvil para ver la hora y me llegó una notificación de la
aplicación de la universidad. La abrí y el profesor ya había corregido los exámenes de los
primeros que se lo entregamos. ¡Impresionante! Abrí el apartado “calificaciones”. Estaba muy
nervioso. Presioné el botón y… ¡un 9,4! Casi me desmayé. “Al final todos esos pensamientos se
van a hacer realidad”, pensé, contento. Me fui a mi casa feliz como una perdiz. El siguiente
paso era buscar algún grupo o trabajo. Por el camino vi una tienda con un cartel pegado. Ponía
“se necesita personal para la excavación de Cuenca”. No podía ser verdad. Saqué el móvil y
llamé deprisa al número indicado. Me lo cogió una persona de alcanzada edad.
-Soy Marcos. He visto el cartel del trabajo y he llamado enseguida-dije-¿puedo apuntarme a la
excavación de Cuenca?
-Llevamos semanas, si no son meses, buscando un arqueólogo-dijo el anciano-por supuesto
que puedes venir. Salimos mañana a las 10:30 AM, de la estación de tren. Te esperamos.
Esa noche no pude dormir. “De estar encerrado en una universidad a ir en busca de aventuras
por el mundo”, pensé.
Al día siguiente llegué a la estación diez minutos antes. El tren salió a las diez y media exactas.
El viaje duró dos horas y media. Al llegar, me impresionó la cantidad de montañas que había.
-Atención-dijo el anciano-empezaremos la excavación a las 6 de la tarde.
La mañana se me pasó volando. Llegaron las 6. Preparé mi equipo de investigación y
caminamos hasta la excavación. Nada más llegar, saque mi equipo y me puse a excavar en una
zona de alta probabilidad de encontrar algo. Mi pala se topó con algo parecido a un muro.
Llame a mis compañeros y excavamos más rápido. Cuando desenterramos todo, era una
muralla de piedra. Los especialistas y yo acertamos que era de Roma. Recogimos todo el
material y empezaron a caminar mientras recogía mis cosas, encontré un cofre lleno de oro y
joyas. Me lo guardé y lo vendí. Sequé suficiente dinero para patentar la excavación 10 años
más. Y así es como conseguí ser uno de los mejores arqueólogos del mundo. Espero que os
haya gustado mi discurso. Muchas gracias
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