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Un suceso que cambió mi vida

Cuando era pequeño mi abuelo me enseñó un increíble suceso que cambió mi manera de ver las cosas. Todo comenzó una noche del mes junio, en la que mi abuelo me llevó a ver su pequeño cobertizo donde realizaba experimentos, nunca antes me había contado su afición por este tipo de actividad. En ese momento me explicó que si juntas unos extraños polvos blancos con un líquido transparente y apagabas la luz, se conseguía ver en la oscuridad cómo el líquido se iluminaba. En ese momento yo me preguntaba cómo podía ser que esa mezcla tan básica pudiera convertirse en algo tan espectacular, y que pareciera a la vez algo casi mágico. Mi abuelo me explicó que se trataba de química elemental mientras se reía al ver mi asombro por aquel suceso, sin embargo no me contó toda la magia del experimento y yo me quedé pensando cómo lo había podido hacer. Desde ese momento me fue contando otros pequeños experimentos, provocando en mi sin casi darme cuenta una especial afición por la química elemental.

Yo solo tenía 8 años cuando mi abuelo me inició en el gran mundo de la ciencia y los experimentos. A medida que pasaba el tiempo, me empecé a comprar libros sobre ciencia infantil y aunque fuesen temas muy sencillos a mi me sirvió para compartir con mi abuelo muchas tardes en su cobertizo. Una de las cosas que recuerdo más me llamó la atención, fue que si calientas agua a más de 100 grados, conseguías que se convirtiera en vapor. Esto que ahora parece muy normal, hizo que me asustara porque nubló por completo mis gafas y llegué a pensar que estaba perdiendo visión hasta que mi abuelo me lo explicó y me tranquilizó. Eran unas tardes súper divertidas hablando de muchos otros temas científicos que era nuestro pequeño pasatiempo, aunque yo seguía intrigado por el experimento del agua que se iluminaba sin corriente eléctrica.

Cuando cumplí los 12 años, mis padres siguieron regalándome mas y mas libros sobre la ciencia, pero en ninguno pude encontrar la respuesta al suceso del agua. Una noche de verano cuando estaba en mi habitación, mi madre me llevó un vaso de agua mientras yo estaba haciendo pruebas con unos materiales que me había dejado el abuelo: amoníaco, sodio, un poco de bromo y una linterna ultravioleta con la que iluminaba mi escritorio.De repente estaba haciendo una pequeña disolución con amoniaco y sodio y se me cayeron en el vaso de agua. En ese momento ocurrió lo inevitable, y empezó a brillar el agua como lo hizo el abuelo. No me lo podía creer, tenía las pulsaciones a mil y estaba súper emocionado porque tras mucho tiempo había conseguido repetir el experimento del abuelo. Al día siguiente fui corriendo a contarle a mi abuelo que había averiguado cómo hizo el experimento conmigo. Mi abuelo estaba súper orgulloso porque no me di nunca por vencido y con ilusión y esfuerzo conseguí la recompensa que tanto tiempo busqué.

Por todo ello desde ese día me di cuenta que mi destino estaba en el mundo de la ciencia y que con esfuerzo y paciencia se puede conseguir todo lo que uno se proponga y que lo que se consigue es mucho más valioso.
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