Más allá de Vega
Doy un brinco de la cama tras oír unos fuertes gritos. Reconozco la voz enseguida, es mi padre. Me tranquilizo unos segundos después al notar que no son de terror, sino de alegría. Miro la hora en mi despertador, el cual no ha sonado aún, y con razón. Son las 4:02 de la madrugada.
Efectivamente, mi padre me ha levantado de la cama porque quiere ver con mi hermana pequeña y conmigo la constelación de Lira, que brilla más que nunca y, a su vez, también lo hace su estrella más importante, la más brillante del cielo nocturno, catalogada como la estrella más importante en el cielo después del Sol. Mi estrella.
Soy Vega, una chica de 17 años cuya pasión ha sido y será siempre la astronomía. Y sí, mi familia es un tanto especial, no sé si en el bueno o en el mal sentido, pero sin duda lo es.
En mi opinión, la vida de las estrellas es mucho más interesante que la nuestra: como nacen a partir de simples nubes de gas y polvo y se transforman en preciosos cuerpos brillantes, que nos iluminan en las noches más oscuras, hasta que finalmente mueren en forma de supernova, un espectáculo para los ojos. Sin embargo, nadie se da cuenta cuando una estrella muere. En el momento en que la vemos apagarse, puede que lleve muerta varios años luz.
Son las 5:30 de la mañana, me queda una hora y media para que suene el despertador, así que me recuesto de nuevo en la cama, y lo mismo hacen mi padre y mi hermana en sus respectivas habitaciones. Ha sido una noche increíble, Vega brillaba más que nunca. Me duermo pensando en lo maravillosa que es la constelación de Lira.
Abro los ojos y no me puedo creer lo que veo: me encuentro en medio del espacio. Bueno, en un sitio concreto, el cual reconozco rápidamente. A mi derecha, observo Hércules, y a la izquierda me encuentro con la constelación del Cisne. Miro al frente y me emociona lo que veo: estoy delante de la mismísima constelación de Lira. Tardo unos segundos en reaccionar al ver que algo falta, que Lira no está completa. Vega no está, se ha desvanecido. No puede ser verdad, Vega tiene que estar, será una equivocación mía, eso pienso en un principio. Sin embargo, me doy cuenta de que no lo es. Efectivamente, mi estrella favorita del universo no está.
Todo empieza a verse borroso de repente, creo que me voy a desmayar. Cierro los ojos y, al abrirlos de nuevo, veo la cara de preocupación de mi hermana. Su rostro facial refleja pena y alivio a la vez cuando ve que estoy despierta. Me paso los dedos por las mejillas. Estoy llorando. Y es entonces cuando recuerdo lo que acaba de sucederme. Parece que ha sido todo un sueño, pero yo no lo creo así, puede que sea una señal. Todas las estrellas mueren alguna vez en la vida, al igual que las personas, pero eso no significa que vayan a caer en el olvido, todo lo contrario.
No sé qué ha pasado con vega, si sigue brillando o si ha muerto, lo que sí sé es que, aunque no viva para averiguarlo, Vega siempre formará parte de mí, por algo mi propio nombre está inspirado en ella. Sin embargo, más allá de Vega hay otro mundo por descubrir, otros millones de estrellas por nacer.
Efectivamente, mi padre me ha levantado de la cama porque quiere ver con mi hermana pequeña y conmigo la constelación de Lira, que brilla más que nunca y, a su vez, también lo hace su estrella más importante, la más brillante del cielo nocturno, catalogada como la estrella más importante en el cielo después del Sol. Mi estrella.
Soy Vega, una chica de 17 años cuya pasión ha sido y será siempre la astronomía. Y sí, mi familia es un tanto especial, no sé si en el bueno o en el mal sentido, pero sin duda lo es.
En mi opinión, la vida de las estrellas es mucho más interesante que la nuestra: como nacen a partir de simples nubes de gas y polvo y se transforman en preciosos cuerpos brillantes, que nos iluminan en las noches más oscuras, hasta que finalmente mueren en forma de supernova, un espectáculo para los ojos. Sin embargo, nadie se da cuenta cuando una estrella muere. En el momento en que la vemos apagarse, puede que lleve muerta varios años luz.
Son las 5:30 de la mañana, me queda una hora y media para que suene el despertador, así que me recuesto de nuevo en la cama, y lo mismo hacen mi padre y mi hermana en sus respectivas habitaciones. Ha sido una noche increíble, Vega brillaba más que nunca. Me duermo pensando en lo maravillosa que es la constelación de Lira.
Abro los ojos y no me puedo creer lo que veo: me encuentro en medio del espacio. Bueno, en un sitio concreto, el cual reconozco rápidamente. A mi derecha, observo Hércules, y a la izquierda me encuentro con la constelación del Cisne. Miro al frente y me emociona lo que veo: estoy delante de la mismísima constelación de Lira. Tardo unos segundos en reaccionar al ver que algo falta, que Lira no está completa. Vega no está, se ha desvanecido. No puede ser verdad, Vega tiene que estar, será una equivocación mía, eso pienso en un principio. Sin embargo, me doy cuenta de que no lo es. Efectivamente, mi estrella favorita del universo no está.
Todo empieza a verse borroso de repente, creo que me voy a desmayar. Cierro los ojos y, al abrirlos de nuevo, veo la cara de preocupación de mi hermana. Su rostro facial refleja pena y alivio a la vez cuando ve que estoy despierta. Me paso los dedos por las mejillas. Estoy llorando. Y es entonces cuando recuerdo lo que acaba de sucederme. Parece que ha sido todo un sueño, pero yo no lo creo así, puede que sea una señal. Todas las estrellas mueren alguna vez en la vida, al igual que las personas, pero eso no significa que vayan a caer en el olvido, todo lo contrario.
No sé qué ha pasado con vega, si sigue brillando o si ha muerto, lo que sí sé es que, aunque no viva para averiguarlo, Vega siempre formará parte de mí, por algo mi propio nombre está inspirado en ella. Sin embargo, más allá de Vega hay otro mundo por descubrir, otros millones de estrellas por nacer.
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