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El perfecto engaño de uno mismo

Esta historia transcurre en el 1542, aún no se sabía mucho sobre el cuerpo del ser humano. Vesalio pensaba de qué estábamos formados los seres humanos para llegar a ser tan crueles. Una mañana no se sentía completo, su piel se fue volviendo cada vez más blanquecina, como si fuese transparente a la luz y al mismo tiempo la reflejara. Su voz se fue haciendo cada vez más tenue, llegando a ser apenas un suspiro limitando sus expresiones a largos silencios coma frases sencillas y cortas. Ya nadie le sentía, se convirtió en el punto más profundo y claro del universo. Él fue sumergido en una de las brechas más grandes que dio paso al ser humano, las famosas fosas nasales, le abrieron el camino a paisajes distintos que se movían continuamente sin detenerse. Él veía como el aire se movía por todas las direcciones sin parar, decidió imitarlo pasando por los huecos más estrechos anchos y largos. Empezó pasando por la faringe, laringe, tráquea, bronquios y bronquiolos que se ramificaban por todas partes. Parecían árboles entre cascadas que repartían oxígeno por todos los lados y en cambio expulsaban el dióxido de carbono hacia el exterior. Parecía que estaban traficando oxígeno a cambio del dióxido de carbono. Se mezcló con el oxígeno pasando de los alvéolos a los vasos sanguíneos y con la ayuda de los platillos voladores, los glóbulos rojos, le recogieron transportándolo por las venas y arterias que parecían carreteras. Fuera donde fueran siempre llegaban al corazón, este bombeaba las células sanguíneas para que siguieran su camino. Vesalio poco tardó en comprender que las venas y arterias recorrían todo el cuerpo repartiendo oxígeno y en cambio expulsaban el dióxido de carbono. Este proceso se repetía continuamente. Él definió el oxígeno como el combustible de las células y el corazón como un motor. A medida que pasa el tiempo él va descubriendo más cosas. Como el sistema inmunológico que lo confundió con una amenaza. Él vio como el sistema inmunológico defendía al cuerpo para alejarle de problemas, aunque lo convenció haciéndose pasar por una bacteria buena. Se recorrió cada rincón del cuerpo describiendo como cada parte del cuerpo trabajaba en equipo. Como las neuronas iban de mano en mano sin tocarse conectándose al encéfalo, para después recibir órdenes y realizar la acción. Fue testigo de un embarazo y el sacrificio del cuerpo que defendía al nuevo ser humano que estaba en camino. Como cada una de las piezas de nuestro cuerpo realizaba todas sus funciones. Cómo se expulsaba lo necesario y se recogía lo más importante. Incluso en casos de dolor, hemorragias, virus, bacterias, el cuerpo siempre seguía adelante. Cada una de las partes de nuestro cuerpo aportaba algo bueno. Lo que se descubrió es que cada parte de nuestro cuerpo se ayuda continuamente. Si uno deja de funcionar todo pierde sentido. Pero el ser humano en cambio llega a ser tan cruel que no solo mata al que tiene al lado, se mata a sí mismo. El cerebro lo pusieron como una justificación del mal. Aunque dicen que la maldad viene de allí, es un engaño. Vesalio fue testigo de la realidad, ninguna parte del cerebro mandaba órdenes de dolor, odio, crueldad, malicia y egoísmo. Todo este viene de un sitio oculto, invisible, escondido de los demás. Lo que aprendió es que cada parte de nuestro cuerpo se ayudan continuamente. A pesar de todo esto Vesalio lo único que descubrió es que el cuerpo no solo estaba formado de una cosa, sino distintas células con distintas funciones. Que los átomos formaban moléculas, las moléculas orgánulos, los orgánulos las células y las células tejidas que estos a continuación formaban órganos. Cada cosa tenía su deber. Descubrió los distintos sistemas y aparatos que se formaban con los órganos. Solo el 60% de nuestro cuerpo estaba formado por agua y como el cuerpo se beneficiaba de la comida. Él vio como cada músculo y cada hueso daban forma al cuerpo y permitían el movimiento. Como se transmitía la información y cómo se actuaba ante ello. Al menos con eso calmó la sed.
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