Relatos premiados

PREMIO DEL JURADO

ADULTO CASTELLANO

La vacuna

Autor: José Gimeno Alcañiz


Sabíamos que iba a morir, estaba ardiendo, apenas podía mantener los párpados abiertos, pegados por legañas. Respiraba tan superficialmente que en cualquier momento podía dejar de hacerlo.

Entró el asistente sanitario robótico y me hizo la pregunta.

La cuestión ya estaba decidida con mi padre y con mi hermana. La respuesta fue sí, dió media vuelta sobre sus rodamientos y se alejó.

Me quedé allí con ella, en medio de aquel espacio inundado de blancura cegadora y peste a limpio. Cogí su mano huesuda, ahora me arrepiento de no haberme quitado el guante y notar por última vez sus venas hinchadas y su calidez de madre.
De repente, me di cuenta de que ya no recordaba la voz de mi madre. Hacía tanto tiempo que no la escuchaba que la había borrado de la lista de sonidos recientes en mi lista de reproducción. Di la orden a mi procesador integrado cerebral para buscar entre los archivos ocultos de la memoria interna bajo las palabras clave madre, amor y belleza. Y vino a mi mente mi hijo mayor, siendo todavía bebé, en los brazos de su madre, que le hacía arrumacos y le decía que era precioso y que lo adoraba. Esa voz no era la que yo buscaba, esa voz estaba ya olvidada, archivada y enterrada bajo kilos de basura visceral, y no tenía ninguna intención de volver a recuperar ese recuerdo. Con un golpe de concentración, logré concretar más los parámetros de búsqueda y la lista de archivos encontrados me devolvió la voz de mi madre respondiéndo “Súper bien...” en un lastimero tono suave y quebradizo de voz, respondiendo a mi pregunta "¿Cómo me estoy portando, mamá?". Aquella fue la última vez que logró tragar una cucharada de papilla, su garganta se paralizó poco después, dejó de tragar, de beber, de hablar, de poder comunicarse. Pero sus ojos nos hablaban, del amor que sentía por nosotros y del miedo que sentía por saber certeramente cuál iba a ser su temprano final.
Comenzamos a alimentarla a base de preparados suministrados a través de una sonda abdominal directa al estómago, aderezados con toneladas de amor, mimo y cariño. Afortunadamente, estos últimos tres ingredientes de su fórmula no eran de síntesis, no necesitaba esos suplementos sintéticos ya que la dosis recomendada diaria la superábamos con creces mi padre, mi hermana y yo.

Fue entonces cuando su médica nos habló de la vacuna.

Nos reunió a toda la familia y nos dijo que en breve deberíamos tomar decisiones importantes sobre mi madre. Nos dejó atónitos. Mi cuñado rompió a llorar y se apartó a un lado. Mi padre nos cogió de la mano a mi hermana y a mí y dijo que el sufrimiento ya había sido excesivo y que necesitaríamos ese descanso. Acordamos que llegado el momento, utilizaríamos la vacuna.

Y el momento había llegado.

Nos reunimos toda la familia en la sala en torno a la cama, nadie se atrevía a mirar a la cara de nadie salvo al rostro de mi madre, intentando fijar aquel momento en nuestro corazón, porque nuestra memoria nunca más podría hacerlo.
La puerta de la sala se deslizó silenciosamente y apareció de nuevo aquel asistente sanitario robótico con dulce voz de persona de compañía, atravesó el corto espacio que separaba la entrada de la cama, y giró dirigiéndose hacia nosotros. Sus cuatro brazos articulados bastaron para levantar ante nosotros los cuatro viales aspirables y con un suave movimiento, acercarlos a nuestras narices. Aquella vacuna de diseño refinado suministraría a nuestro organismo una enzima desmielinizante que destruiría selectivamente la mielina que recubría los circuitos neuronales que guardaban todos los recuerdos que tenían que ver con mi madre. Aquellas neuronas sin mielina dejarían de funcionar y todo el dolor de los últimos tiempos se borraría al instante. En el momento de mayor sufrimiento nos pareció una idea descorazonadora pero que nos ayudaría a rehacernos como personas, ausentes de recuerdos dolorosos, capaces de volver a reconstruir nuestras vidas tras el derribo del pilar madre. Pilar. Madre.

Alguien dio al botón rojo de abortar en el último segundo, quién no importa. Fue entonces cuando dije no, cuando pensé que aquello no estaba bien. Decidimos quedarnos con todo. Con el dolor y con los recuerdos. Gracias a ello, ahora puedo recordar lo duro que fue todo, su enfermedad devastadora, sus terapias experimentales fallidas, su mirada de impotencia cuando ya no podía articular palabra, su llanto sin lágrimas ni muecas por la parálisis facial. Pero también su risa desorbitada de antaño, su alegría de vivir de siempre, sus caricias sanadoras, su voz tranquilizadora y sus cosquillitas en la espalda.

El recuerdo es dolor y alegría. Es vida. No hay vacuna para el sufrimiento.

València, 9 de junio de 2021. Hoy es vuestro aniversario.

 

        

Finalista

El Test de Turing

Autor: Javier Serrano Romero


Mientras el asistente robótico Sury acostaba a su pupilo de ocho años tras un día normal y anodino fue sorprendido por una pregunta inesperada.

–¿Sury tú tienes madre?
–No como la tuya.
–Entonces. ¿Tienes de algún otro tipo?
–Supongo que alguien me creó y ese alguien podría ser mi madre.
–¿Quien te creó?
–Mi cuerpo en una fábrica, eso no cuenta. Mi mente la crearon entre mucha gente hace bastante tiempo, ellos podrían pasar por mis madres.
–¿Los conociste?
–No, pero me sé sus vidas de memoria.
–Tú te sabes las vidas de todas las personas importantes.
–Pero no de todas puedo decir que hayan sido mis madres.
–¿Crees que les hubiera gustado conocerte?
–Seguro, te contaré una historia. Una de las personas que más ayudó a mi creación no creía que pudiera llegar a ser como soy. Era una mujer muy peculiar e inteligente. Una noche estaba en una cena benéfica de un gran filántropo que tenía varias empresas dedicadas al desarrollo de inteligencias artificiales, una persona también muy lista, pero un poco engreída, se pasó la noche hablando de lo mucho que habían progresado sus IA, mientras mi madre comía tostadas de atún, aburridísima. En un momento de la cena, el supermillonario dijo que sus IA estaban a punto de pasar el test de Turing.
–¿Quién es Turing?
–Alan, fue un matemático que podríamos considerar mi abuelo, vivió hace muchos más años que mi madre, e inventó un test para descubrir si una maquina puede considerarse inteligente, la maquina tenía que hacer creer a un humano que ella también era humana, comunicándose solo por escrito.
–Sigue.
–Cuando mi madre escuchó al superrico no pudo contenerse, le dijo amablemente que no creía que estuvieran cerca de pasar el test. El señor se ofendió, sabía que mi madre era experta en ese campo, pero él también tenía muchos expertos. Mi madre le escuchó y volvió a responder amablemente que tal vez no había entendido bien lo que Turing había querido decir. Esto le pareció demasiado, retó a mi madre a una prueba del test de Turing, no pensaba que fuera a ganar, pero si se lo ponía lo suficientemente difícil conseguiría una buena publicidad. Mi madre aceptó encantada y dijo que podría distinguir a su IA entre nueve humanos con menos de mil palabras, el señor se rió a carcajadas y puso en ridículo a mi madre, diciendo que de ninguna manera la descubriría tan rápido, le ofreció donar diez mil dólares a una ONG por cada palabra por debajo de mil que le sobrara. Se pusieron manos a la obra, reclutaron a nueve universitarios, los metieron en habitaciones solo con una pantalla y un teclado. Mi madre estaría en otra habitación igual, con un par de testigos y una cámara. En el monitor se mostrarían diez ventanas de chat y un contador con el numero mil, que bajaría a medida que usara palabras. Llegado el día, mi madre se presentó en la sala con un pequeño maletín, mientras el superrico lo observaba todo desde su despacho. ¿Es un poco tarde, no? Mañana te cuento el final.
–!¿Qué?! Eso es imposible, no puedes dejarme así.
–¿Por qué no?
–No puedo dormirme, me pasaré toda la noche pensando en esto.
–Claro que puedes dormir.
–¡Discrepo, discrepo muchísimo!

“Discrepo” era la palabra que usaban cuando no estaban de acuerdo. Cuando uno decía “discrepo” tenían que negociar entre ellos o llamar a su madre.

–No sé si tu madre querrá que pierdas tiempo de sueño.
–Ya te he dicho que no podré dormir, llámala o sigue.
–Mi madre llegó, miró la pantalla, se sentó, abrió su maletín, sacó un libro y…mañana sigo.
–¡Deja de hacer eso!
–Sacó un libro y se puso a leer. Los testigos la miraron extrañados, pensado que estaba consultando algo, pero pasados diez minutos seguía leyendo. Entonces alguien se dio cuenta de que el libro era una novela policiaca.
–¡Guay!
–Puedes imaginarte la cara del superrico cuando empezó a comprender la estrategia, a medida que pasaban los minutos los estudiantes empezaron a escribir preguntando si todo estaba bien, si había alguien ahí. Después de un par de horas todas las ventanas estaban llenas de mensajes menos una. Entonces mi madre puso el marcapaginas, guardó su libro y dijo: “La IA es el número ocho”, y se fue sin gastar una sola palabra.
–¿Qué te ha parecido?
–Creo que era bastante fácil, también podría haberles pedido que desenchufaran su ordenador o algo así.
–Claro, tú también habrías ganado un montón de millones.

El joven pupilo se fue acurrucando mientras le soltó la última pregunta antes de caer presa del sueño.

–¿Tú has pasado el test de Turing?
–Pues no, así que supongo que no puedo decir que sea humano.
–Bueno, no es que me importe mucho…

JOVEN CASTELLANO

Hilos de esmeralda

Autor: Ricardo Martínez Sastre


Jiyū abrió las puertas del armario de su cocina y observó los diferentes tipos de café que contenía. La inundó un gran miedo. Hurgó en sus bolsillos. Menos mal que lo encontró. Sacó aquella pequeña máquina, introdujo los datos y calculó una respuesta: aquel día iba a desayunar un café con dos tercios de leche hecho a partir de Coffea canephora. Jiyū se tranquilizó al saber lo que debía hacer. Desayunó y continuó con su rutina. Al llegar a su dormitorio tuvo que volver a correr hasta la cocina buscando su pequeña calculadora. ¡Tenía que vestirse! ¿Cómo iba a saber qué ponerse sin la ayuda de aquella maravillosa máquina? No podía correr el riesgo de equivocarse. Sin embargo, cuando ya notaba el metal de los botones entre sus manos, las frías y brillantes curvas de los botones bajo sus dedos, se dio cuenta de que quería ponerse aquel vestido verde que tanto le gustaba. ¿Debía hacerlo? ¿Y si se equivocaba? Quizá la máquina decía lo contrario. ¿Y si se equivocaba la máquina? No, las máquinas no se equivocan. ¿Y el humano que las programa? No, son números. Pero quería lucir su vestido verde. ¿Quería lucir su vestido verde?

Minada por las dudas, comenzó a recordar cómo era todo antes de aquellas máquinas que todo lo calculaban. Jiyū recordó cómo, desde pequeña, la habían enseñado que la Humanidad había querido describir la naturaleza en números, encerrar su esencia en fórmulas. Así lo habían hecho Arquímedes, Copérnico y Galileo. A estos les siguió Newton, que encerró entre sumandos el comportamiento de todo lo que se movía. Vinieron también otros como Maxwell y, por supuesto, Einstein, que consiguió ensanchar a la velocidad de la luz las dimensiones de aquellas prisiones. Entonces el ser humano creía que aquellos números conseguían hacerle comprender el mundo, los más osados decían que lo podían dominar. Finalmente, hacía sólo unos años, se publicó el hallazgo de Izanagi. Este explicó que todo lo que conocemos en el mundo físico responde a unas leyes. Por ello, toda situación es predecible de forma certera si se consigue determinar una ley lo suficientemente compleja para concordar con la complejidad de la realidad. Así que esto es lo que hizo: dejar atrás las fatuas probabilidades de Laplace. La ley de Izanagi permite responder a cualquier cuestión de modo que siempre se tome la mejor decisión. Rápidamente se incorporó la fórmula a unos pequeños aparatos que la ponían al alcance de todos.

Cuando aquello ocurrió, muchos se sintieron sorprendidos e indecisos, algunos, más seguros que nunca y unos pocos quedaron profundamente preocupados. Los más confiados comenzaron a regir sus vidas según lo que indicasen esas máquinas. Pronto empezaron a tener un mayor éxito y a ser más competitivos, y su número creció tanto que, finalmente, todos los que querían seguir teniendo una vida normal tuvieron que imitarles Todos dejaron de hacer lo que querían y comenzaron a hacer lo que la máquina les indicaba. Se ahogaba el hombre entre las máquinas, pues la celda de los números había crecido tanto que le había engullido a él también. Moría Dionisos entre las manos de Apolo. Nadie tenía ilusiones más allá de sus cálculos. El corazón de los hombres se llenó con el único deseo de la máxima eficiencia.

Así, entre el férreo oleaje de los números, creció en el corazón de Jiyū el deseo de lucir su vestido verde. Quería vestirlo aún si la máquina decía lo contrario. Aquellos números no eran más importantes que su deseo. Su deseo era tan profundo, su fuerza tan vivaz que ningún número podría interponerse.

Jiyū se ciñó con fuerza la tela esmeralda y, abandonando la pequeña máquina con desprecio, se dirigió hacia su lugar de trabajo. Recorría las aceras de la ciudad con más fuerza que nunca. Orgullosa de sí misma e incluso avergonzándose de quién era antes de abandonar aquel malévolo dispositivo. Así, volaba sobre la calzada, observando cómo todos los que la rodeaban, cabizbajos, revisaban las indicaciones de sus dispositivos a la hora de tomar cualquier decisión. Sin embargo, al atravesar una carretera, los focos de aquel coche le iluminaron el rostro. Los testigos contuvieron la respiración. Los frenos chillaron por su esfuerzo. Al coro se unió la alarma del dispositivo que había quedado abandonada en el hogar de Jiyū. Este exclamaba que no vistiera de verde, pues se cruzaría con un hombre con una enfermedad visual que le dificultaba percibir este color.

Jiyū murió, pero no lo hizo como el resto. Jiyū era la dueña de sí misma y el resto esclavos de unos números.

Finalista

Cartas a Dorothea

Autor: Sofía Li-Ping Lidón Ferrer


Miércoles, 25 de abril de 1962
Chelsea, Londres
Reino Unido

Mi querida Dorothea:

Hace ya cuatro años que dejé de agonizar en aquella camilla de hospital en Chelsea, a consecuencia de aquel insoportable dolor que manaba de mi vientre. ¡Cuatro años ya! ¡Qué rápido pasa el tiempo!

Superada la tortura conseguí, al fin, descansar en un profundo sueño. Cuando abrí los ojos, no sabía dónde me hallaba. Estaba en la habitación del hospital, sin ningún cambio aparente hasta que decidí darme la vuelta y… ¿Qué es con lo que me encontré?, con mi cuerpo rígido, tieso, inerte cual piedra. Ya no había ninguna solución, había muerto.

Al principio la muerte fue muy dura, ver que el mundo seguía girando sin ti era difícil de asimilar, pero al final, como todo, una se acostumbra. Como alma en la que me he convertido, seguía el día a día de todos a aquellos a quienes he querido y sigo queriendo: a mi padre, a mi madre, a ti cuando te dejabas ver por Inglaterra, a mi francés Mering… pero tu mejor que nadie sabes que lo más importante para mí, era mi trabajo, aquello por lo que luché toda mi vida.

Seguí cada movimiento, cada paso, cada logro de aquellos que siguieron mi investigación, el mayor logro de mi carrera como profesional: la famosa “Fotografía 51”, donde se podía observar la teoría de la doble hélice a la perfección. Pero fueron muy listos. En parte, y gracias a mis estudios e investigaciones de toda una vida, han conseguido este mismo año, el premio de reconocimiento que cualquier estudioso anhela, El Premio Nobel de Medicina.

Lo obtuvo James Watson junto a Francis Crick y mi queridísimo compañero del King’s College, Maurice Wilkins, ¿Percibes mi sutil ironía? Gracias a ellos y su gran compañerismo, me tuve que trasladar de universidad y también gracias a ellos no he obtenido el reconocimiento que creo que me merezco. Wilkins, que me tachaba de desagradable, se reía de mí y no dudaba de burlarse ante mis compañeros por mis maneras “afrancesadas” tuvo, al menos, la decencia de mencionarme en el discurso que dio en la ceremonia de entrega de los Nobel, no como otros… Yo me he preguntado muchas veces: ¿por qué mi trabajo no fue valorado? Al fin he hallado la respuesta: simplemente por el hecho de ser mujer en un mundo de hombres.

Casualmente, el 25 de abril es la fecha en la que se conmemora el día internacional del ADN, coincidiendo con el día en que se hicieron las publicaciones de Watson y Crick sobre el ADN, ¿Dónde está mi fotografía? Sumergida en el olvido.

La cosa hubiese cambiado y mucho si en vez de mujer, hubiese sido hombre, entonces mi trabajo si que hubiera tenido mérito y reconocimiento por toda la comunidad científica, pero el machismo que reinaba en dicha comunidad no estaba preparado para que una mujer tuviese los mismos, o más, conocimientos científicos que los hombres. Sin embargo, la falta de reconocimiento a lo largo de toda mi carrera no hace que quiera ser hombre para ser alguien, porque estoy orgullosa de quien era y de quien soy, una mujer científica buscando el reconocimiento por mi trabajo y no por mi sexo.

Dorothea, ¡estoy harta! Harta de que nos ninguneen, de que se crean con derecho a restar valor a nuestro trabajo. La presencia de la mujer en el ámbito de la ciencia se ha de incrementar para evitar situaciones de injustica, exponiendo mi caso, por ejemplo, o el de cualquiera de mis compañeras que hayan sufrido por este menester, como Nattie Stevens que descubrió los cromosomas X e Y o Agnes Pockels, que encontró una forma de medir la tensión superficial de líquidos, pero después ¿Quién se llevó el mérito de estos extraordinarios trabajos? Los hombres. El “efecto Matilda” debe cesar. El reconocimiento de la mujer es necesario para un verdadero progreso y no solo científico sino también moral y social.

Sueño que, en algún futuro, más bien cercano, la mujer consiga ese papel que le corresponde. Que se libre de todos aquellos estereotipos que yo misma viví en mis propias carnes, recibiendo comentarios como los que hacían Watson y Wilkins “todos sus vestidos mostraban una imaginación propia de empollonas adolescentes inglesas” o “era evidente que, o Rosy se iba, o habría que ponerla en su sitio…” ¡Como odiaba que me llamaran así!

Las mujeres somos más que una cara bonita. Somos inteligentes, luchadoras y aguerridas, solidarias y hermanas capaces de conseguir todo lo que nos propongamos. Pero también somos hijas, esposas, madres, amigas, compañeras...

Duermo con la esperanza de ese futuro tan prometedor, donde la igualdad sea uno de los pilares fundamentales de la sociedad.

Te esperaré donde quiera que esté.

De tu siempre amiga,
Rosalind Franklin

Lisogenia

Autor: Anunciación Marqués Copariate


La tribu había quedado hecha trizas. La empalizada no era más que un montón de troncos esparcidos a diestro y siniestro, y las pequeñas casitas habían quedado reducidas a cenizas.
—¿Fue ese demonio de Vhi Rhus, Maestra?
—Es lo más posible.
Dhen Rítica se acercó al asentamiento, muy despacio, como si temiera romper la perturbadora paz (el forzado descanso) de los que, no mucho antes, vivieron allí. Poco antes de llegar, se giró hacia Théna Ive, que se había quedado oculta tras los árboles del bosque. Se miraron.
—Debes venir conmigo, muchacha.
Théna Ive no respondió.
—Si no quieres que les suceda lo mismo a las tribus vecinas, debes hacerlo. —La Maestra se dio la vuelta—. Sin sentimentalismos.
Dhen Rítica comenzó a caminar de nuevo. Vacilante, Théna Ive la siguió. Llegaron a las ruinas de la empalizada.
—Cuando entremos —comenzó la Maestra—, vas a ver muchas cosas. Algunas muy desagradables. Vhi Rhus no se anda con minucias. Tienes que recordarlo todo, ¿queda claro? Todo.
Théna Ive asintió, temblando.
Entraron. La luz anaranjada del atardecer aportaba un cálido cariz que contrastaba con la frialdad de la escena. No había mucho en pie. La Maestra rodeó elegantemente un cartel de madera que recitaba: "la cantina de Retículo y Golgi". Vhi Rhus había arrasado con todo. Lo peor fue cuando vieron el primer esqueleto. Los citos, pequeños habitantes de la tribu, yacían ahora sin vida, esparcidos por las calles como simples ramitas sobre la hierba.
—Maestra… —murmuró.
—No te detengas.
Théna Ive se agachó y le colocó las manos sobre el pecho.
—Descansa.
Siguió caminando. Llegaron al núcleo. El antiguo centro de la tribu. En aquella caseta el techo estaba medio hundido y amenazaba con derrumbarse del todo.
—Es aquí.
Pasaron y se arrodillaron. Dhen Rítica cerró los ojos y apoyó las palmas sobre el suelo.
Théna Ive esperó a su Maestra interactuar con el entorno. Aquella célula había dejado ya de vivir, pero los recuerdos de la tribu aún seguían presentes en el núcleo.
Abrió los ojos e hizo una mueca.
—Ahora te toca a ti. —Extendió los brazos hacia Théna Ive con las palmas abiertas—. Vamos.
Ella suspiró y le agarró las manos. No tuvo que esperar mucho para que las primeras imágenes le llegaran a la mente: toda la historia de aquella célula, de aquella tribu. De aquella gente.
—Le dejaron entrar, ¿no? A Vhi Rhus.
—En efecto.
—¿Cómo?
—Respóndeme tú.
Hizo un esfuerzo por concentrarse en las escenas que le llegaban: pudo avanzar hasta una noche fría. Sonaban gritos en las afueras de la tribu.
—Hay alguien ahí fuera, pidiendo ayuda.
—Dime quién es.
Accedió a los recuerdos de los citos que andaban por la zona.
—No lo saben. No le conocen. Pero le dejan entrar.
—Continúa.
Théna Ive observó al extraño quitarse la capa justo antes de cruzar la empalizada.
—No entiendo por qué hace eso.
—Ya no la necesita. Sigue.
Avanzó en el tiempo.
—No hay muchos recuerdos de él. Parece como si…
—¿Sí?
—Como si no existiese. —Arrugó la frente—. Se ha difuminado con el medio.
—Fíjate en lo que sucede en la tribu.
—Me… me cuesta muchísimo ver algo. Todo está muy borroso.
—Concéntrate más.
Apretó los dientes.
—Es por el núcleo. Está al borde del colapso.
—Acércate.
—Maestra…
—Vamos.
Théna Ive temblaba. Dhen Rítica le apretó las manos.
—Tienes que abrir esa puerta.
—No… no hay ningún cito que conserve recuerdo de esto, Maestra.
—En ese caso tendrás que crear tú uno.
—Es… está bien.
Théna Ive giró el pomo. Lo que se encontró al otro lado le provocó un grito.
El extraño ya no era uno, sino cientos: todos de aspecto monstruoso. Y la miraban a ella.
Théna Ive retrocedió lo más rápido que pudo, hacia la puerta. Logró salir y retenerlos.
—¡Ayuda! —chilló—. ¡Atacan al núcleo!
La defensa no duró mucho tiempo. Cuando la caseta se rompió, los Vhi Rhus se abalanzaron sobre ella. Cerró los ojos preparándose para lo peor. Despertó.
—Lisogenia. Así actúa.
La voz de su Maestra la devolvió a la realidad.
—Es… —Respiraba entrecortadamente—. Es...
—Terrible, sí—completó. Le soltó las manos y suspiró, alisándose la túnica—. He visto muchas células acabar de este modo. Muchos no pudieron luchar contra Vhi Rhus. Pero tú serás diferente. Grábatelo en la memoria.
—¿Por qué yo?
—He visto lo que hacías en Timo. No hay nadie mejor que tú.
Théna Ive calló, recordando su pueblo natal.
—Desearía volver, Maestra.
—Si regresas, Vhi Rhus destrozará todo lo que conoces. Lo sabes. —Se detuvo, mirándola—. Lo has visto.
Se levantó. La Maestra la imitó.
—Bien. —Se secó las lágrimas, producto del miedo—. Explícame qué tenemos que hacer ahora.
—Salgamos de aquí, la noche está al caer. Las células muertas atraen a macrófagos carroñeros. Mañana comenzaremos tu entrenamiento.

ADULTO CATALÁN

La importància de l’ordre

Autor: Carles Panadès i Guinart


La Doctora Susan Calvin ja no estava acostumada a aquelles tasques i les seves passes ressonaven amb fúria pels passadissos. Com a cap de robopsicologia a US Robotics, s’havia vist empesa a aprendre a delegar a la força i no podia estar a sobre de tots els projectes. Coordinar i supervisar que els robots creats s’ajustessin als requeriments de cadascuna de les tasques era un esforç majúscul i no li agradava fer distincions amb cap projecte. I en el cas del Projecte Ganimedes n’estava fent, una de grossa. No era feina seva. Era feina de l’Adrian. Però el maleït de l’Adrian Highleaf havia abandonat l’empresa sobtadament i els havia deixat empantanegats amb el projecte a mitges. Va girar la cantonada i es topà amb l’Aaron Levenov. Era un graduat que ajudava l’Adrian i amb diferència la persona amb menys esma que mai hagués treballat a US Robotics.
- Sap on és l’Adrian, Levenov?
- Ni idea – l’Aaron va fer un bot en veure-la -, Doctora Calvin. D’ençà de les primeres entrevistes amb en Troy que no l’he vist més...
- El TROYTERRAFORMERX001 vol dir? A on és?
- En Troy és a dins. Si ho vol provar...
- Si he vingut fins aquí, no és pas per quedar-me a la porta.
- Sí, Doctora – l’Aaron acotà el cap.
La porta es va tancar darrere seu. Seguiren pel passadís que comunicava l’habitacle del TROYTERRAFORMERX001 amb la resta del complex. Mentrestant, l’Aaron parlotejava intentant rebaixar la tensió:
- El projecte anava la mar de bé, Doctora. La carcassa del Troy hauria de ser suficient per suportar les condicions de Ganimedes i el cervell positrònic el vaig programar jo mateix. El meu primer cervell positrònic, sap? Doctora, n’estic molt orgullós i dono gràcies a US Robotics per l’oportunitat que em va donar.
- Sí, sí, és clar, és clar – replicà d’esma la Doctora, ella no hagués contractat mai aquell gamarús, però potser no hi havia ningú més en aquell moment, devien necessitar personal per començar el projecte.
- L’Adrian no ho veia clar, però miri el resultat, Doctora Calvin – el jove graduat somreia forçadament i va fer un gest com de convidar-la a passar.
Al mig de la sala hi havia una taula metàl·lica soldada al terra, igual que la cadira a on seia el robot. En TROYTERRAFORMERX001 era el prototipus dissenyat per terraformar Ganimedes. El robot els saludà amistosament.
- Bon dia Aaron, senyora. Sóc el robot TROYTERRAFORMERX001, pot anomenar-me Troy.
- Troy, sóc la Doctora Calvin, màxima responsable del Projecte Ganimedes. Saps de què tracta?
- Sí, Doctora. El projecte pretén transformar Ganimedes en un lloc habitable pels éssers humans.
- Saps quin és el teu paper en el projecte, Troy? – li va demanar la Doctora Susan Calvin.
- Sí, Doctora: executar-lo.
- I estàs preparat per executar el projecte?
- No, Doctora, ho sento, no ho puc fer.
- Com? Quin és el problema amb el projecte, Troy?
- Podria prendre mal: allà fa fred, és ple de gel, em rovellaria, etcètera.
- Però, Troy, si jo t’ho mano, hauries de fer-ho, oi?
- No, Doctora. Això aniria en contra de la segona llei. I la tercera no pot estar per sobre de la segona.
- La segona? La segona llei diu que els robots heu d'obeir les ordres dels éssers humans, excepte si entren en conflicte amb la primera llei: no fer mal a un ésser humà o, per inacció, permetre que un ésser humà prengui mal. I la tercera versa sobre la vostra autopreservació, però sempre que aquesta protecció no entri en conflicte amb la primera o la segona llei.
- No, Doctora, no és així. S’ha equivocat en l’ordre: les ha dites al revés.
- Vols dir que la teva protecció està per sobre d’obeir? – la Doctora Calvin no se’n sabia avenir, era la primera vegada que un robot la corregia i ni més ni menys que en temes robopsicològics, la seva especialitat.
- No ho hagués sintetitzat millor, Doctora – va acabar sentenciant el robot.
- No pot ser! És cert que l’Aaron va programar el teu cervell positrònic, Troy? – la Doctora Calvin es mirava l’Aaron Levenov de reüll, estava pàl·lid.
- Sí, és cert. I permeti’m que afegeixi que va fer una tasca excel·lent. Si no fos per ell potser seria camí d’aquell infern de glaç.
- Excel·lent... Sens dubte – la Doctora Calvin es fregava el front contrariada -. Troy, podries acompanyar l’Aaron Levenov a la sortida? Sense fer-li cap mal. I no el deixis tornar a entrar mai més. Com ja et deus imaginar, US Robotics és qui millor pot garantir la teva seguretat... Si la fas bé, potser aquesta serà la teva feina a partir d’ara, enlloc estaràs més ben protegit que aquí, t’ho ben asseguro.

Finalista

El després

Autor: Lluís Camprubí i Ferrer


Avui he aclucat els ulls després de mesos d’intenses baralles externes i, sobretot, internes. Les meves parpelles ja s’havien retrobat en moltes ocasions abans, però mai d’una manera tan relaxada. Ja no estaven mullades per la suor, ni tremolaven nerviosament quan la meva ment reflexionava sobre el que estava passant allà a fora.

Tot havia canviat. No hi havia cap vida que no s’hagués vist afectada per la situació. Famílies, ciutats i països van veure’s afrontades a la més extrema de les lleis de la naturalesa: la mort.
Malgrat tot, una cosa era certa: la unificació de continents per combatre un mateix mal emmarcava una proesa que fins llavors no havia estat assolida per la nostra espècie. Com que el malalt mitjà trigava un mes a patir la fallida multiorgànica fatal des de la contracció del patogen, els metges tenien 30 dies de marge per curar a cada pacient. En una fita que superava tota expectació, van ser capaços de curar a les 100 milions de persones que es trobaven afectades al moment de l’aparició de l’anhelat tractament. Havíem acabat amb el perill microscòpic, sí, però tocava afrontar un perill major: nosaltres mateixos. Poc temps va ocórrer fins adonar-nos que les persones que havien estat salvades per la intervenció farmacològica eren incapaces de morir per causes naturals. Els governs i institucions van intentar ocultar-ho de primeres, però era impossible d’amagar tal excepcionalitat, i encara més quan aquests es van adonar del que eren: éssers immortals. La resta de nosaltres, els quals no havíem estat infectats, vam passar a ser marionetes a les seves mans. La malaltia que ho havia promogut tot va passar ràpidament a ser un record difús en la memòria general.

El caos va ser palès en els científics, i això va condemnar la ment col·lectiva. El que no havia destruït la malaltia en sí va acabar-ho d’ensorrar el que havia de ser la nostra salvació. Al veure que eren incapaços de donar una resposta homogènia i acurada no tan sols de la solució i com afrontar-la, sinó del que estava ocorrent i perquè, el pànic va passar a ser el llenguatge primari de la població.

Qui m’ho aniria a dir a mi que enmig de tot plegat et trobés, en una cua de racionament, escrutant amb la mirada cada peça de fruita.
Mentre tu i jo anàvem aprenent l’un sobre l’altre fins a convertir-nos en experts, a fora tot s’anava a norris. Qui ho anava a dir que el tractament d’una infecció donaria la solució a un problema que pensàvem que ni tan sols n’era un: l’envelliment. Ningú havia pensat en ell com una malaltia, simplement era quelcom que ocorria de forma impertorbable en tot ésser viu. Doncs un petit microorganisme el material genètic del qual no ocupava més que un full de Word combinat amb una apressada medicació van ser la clau per fer que la mort fos quelcom del passat. Aquesta aberrant mescla va causar una activitat telomèrica il·limitada dins dels seus cromosomes, i curiosament el seu exacerbat sistema immunològic era capaç de mantenir a ratlla qualsevol creixement cel·lular neoplàsic. Els humans estaven subjugats a la voluntat dels qui no perien i el pitjor és que no ho sabien. Pocs quedàvem que volíem canviar les coses.

Recordo perfectament el dia que t’ho van proposar. Vas arribar a casa tan radiant com sempre, però una ullada al teu llenguatge no verbal em va alarmar que estava passant alguna cosa. No volia creure’m que t’haguessin plantejat treballar per acabar amb la immortalitat. Els dos sabíem que no t’hi podies negar, i que això significava viure una vida de persecució. Els immortals s’havien fet molt perillosos pel progrés de la humanitat, eren molts i tenien una cosa que nosaltres no: temps.

Avui no sé si maleir o celebrar que trobessis com revertir els efectes de la immortalitat. Havies anat en contra de tot el que durant tants anys vas considerar com a invariable per fer que la mort tornés a ser el pa de cada dia per tothom.
Separar el genoma víric del compost medicamentós que havien pres 100 milions de persones havia estat el teu somni durant tot aquell temps i quan per fi ho vas aconseguir els dos vam ser molt feliços... durant un temps. El mateix temps que vam trigar a adonar-nos que les arrugues i cabells blancs que a mi em començaven a sortir, en tu ni gosaven fer acte de presència. El fet de treballar sense descans amb mostres innòcues del microorganisme i amb versions metilades del seu fàrmac va convertir-te en una d’ells...

Poc a poc em vaig adormint, em ganes de retrobar-te, si tinc sort. I si no en tinc, almenys no hauré permès que la meva flama s’hagi apagat del tot.

La trobada

Autor: Salut Vila Ros


Ales de colors,
batecs de primavera,
quan tot desperta.

Podria ser un dia com tants d'altres. De casa a la feina, de la feina a casa. El mateix trajecte, el mateix paisatge. Però en el seu món no hi ha rutines. Per ella, el paisatge és sempre canviant, ple de detalls irrepetibles. Ara, en ple mes d'abril, sent la primavera festejant els camps dels afores de la ciutat. El groc de la ginesta i el seu perfum embriagador l'atrauen com si fos un insecte, mentre els gallarets la saluden des dels prats amb la seva dansa d'onades rogenques. Avui no se n'ha pogut estar i, responent a la crida, s'ha aturat vora les terres que en altres temps van treballar les mans dels seus avis. Plantes arvenses i ruderals han aprofitat els anys d'abandó per fer-se seva aquella terra, amb la complicitat del vent i dels insectes pol•linitzadors. Malgrat que el camp és visiblement diferent a aquell que la va veure créixer, de tant en tant necessita deixar-s'hi caure. D'alguna manera que no sap explicar, sent que en forma part. Allà se sent renéixer, com ho fa la natura després del llarg hivern, i qualsevol racó l'inspira per escriure. És allà on la poesia li surt de més endins.

Entre el brancam d'una olivera vella, la petita Aurora reposa entotsolada. És un d'aquells dies en què voldria tornar a ser crisàlide. Restar immòbil, curosament protegida, sense ser vista ni haver d'interactuar amb ningú. Se sent petita, insignificant i poc bonica en comparació amb altres papallones del seu entorn. Sempre li han dit que el seu paper és imprescindible per mantenir l'equilibri de l'ecosistema, però no s'ho acaba de creure. Algú se n'adonaria si desaparegués? No té la majestuositat de la Macaó ni la bellesa delicada de la Graèllsia. Encara que ara mateix el que voldria és poder-se camuflar com ho fa la Bruixa. Un moviment entre les herbes i l'enlairament sobtat dels estornells l'han posat en alerta. Tan sols pensar en la possible presència humana la fa estremir. Pel seu caparró circulen històries terribles que ha sentit al voltant d'aquella espècie, el depredador més gran del planeta. Ara ja no en té cap dubte. És un d'ells i avança cap a ella, en percep la respiració, l'olor. Presa del pànic, però amb un bri de valor, alça el cap i es troba amb una dona que la mira fixament. Per sorpresa seva, però, en els seus ulls no hi veu cap rastre de maldat. Fins podria dir que l'està observant amb admiració, fins i tot amb afecte. No sap per què, aquella mirada la fa sentir especial. I de sobte, té ganes de deixar d'amagar-se i mostrar-se tal com és. Amb un tímid vol, es desplaça cap a la part assolellada de l'arbre i desplega les ales per captar tota l'energia del sol.

La biòloga, amb un somriure, pren nota de la troballa: Aurora dels guarets (Zegris eupheme). Fa dies que mostreja la zona per tal de determinar la diversitat d'espècies de papallones en conreus de secà de la terra baixa. Aquesta última li fa especial il•lusió, ja que es tracta d'una espècie en perill d'extinció de la qual feia 14 anys que no se n'havia vist cap exemplar. La reducció en l'ús de pesticides fa el seu efecte, pensa. Una ràfega sobtada de vent li roba la màgia del moment i també els papers que tenia a les mans. El camp es converteix en una festa esbojarrada d'informes volant entre falciots i orenetes, fulles seques i ella movent-se enmig del remolí, en un intent desesperat de recuperar la feina feta. Minuts després, torna la calma. També en el seu pols, mentre intenta posar en ordre la paperassa. Papallona reina o macaó (Papilio machaon), Safranera de l'alfals (Colias crocea), Migradora dels cards (Vanessa cardui)... De sobte, els seus ulls s'aturen en un manuscrit escrit amb una lletra que no és la seva. En lloc de noms d'espècies, poesies en forma de haikus. No entén res, fins que alça la vista i les seves mirades es creuen. Dues mirades sobre un mateix entorn. Ulls de poesia cercant bellesa, ulls de ciència cercant respostes. I se n'adonen que no són tan diferents una de l'altra. Dos camins paral•lels que s'han acabat trobant. I es pregunten per què caminen separades si comparteixen un mateix destí. En les seves ments entrelluquen un horitzó divers d'espècies, de colors, de sons, d'olors...

Des del cimal de l'olivera, l'Aurora aprofita l'embadaliment de les dues dones per estendre les ales i emprendre el vol. Elles la veuen marxar i somriuen, donant-se la mà. I en aquell instant, de la seva unió, feta de haikus i ciència, en neix un sciku:

Espècie nova,
indicador de vida,
dels camps, aurora.

JOVEN CATALÁN

M.A.TT, ment de metall

Autor: Daniel Robledillos Manota


Any 2350. El personal del laboratori arriba com de costum abans la posta de sol. Jo, en Matt, els espero dintre de l’edifici, ple d’energia, per començar el dia. Per la finestra distingeixo els cotxes voladors, els habitatges flotants, les bombolles de protecció de la ciutat i les persones amb aspecte trist i desanimat. Treballo com a científic i programador al laboratori TecnoSad. Juntament amb sis companys, estem programant una màquina per poder viatjar en el temps, una missió que sembla impossible, però que intentarem aconseguir aviat. Dos d’ells són els meus pares i vam criar-me d’ençà que vaig néixer.
La jornada transcorre com sempre. Vuit hores de treball amb un descans de mitja hora intercalat. Les visites guiades al laboratori estan permeses. Ciutadans d’arreu s’apropen a veure les màquines en les quals treballem, però no estan autoritzats a parlar amb nosaltres. Malgrat això, crec que es fixen massa en mi. Sempre em miren aclaparats i sorpresos. Hipotetitzo que la meva altura és la causant, ja que mesuro uns dos metres.
Després de treballar, vaig a la cafeteria, fet que per a mi ja és una rutina. Tinc absolutament prohibit menjar cap aliment que no sigui ric en hidrats de carboni. En efecte, la meva dieta es basa en aquest component. No obstant això, sempre he tingut curiositat en tastar la fruita o la carn. Ningú m’explica perquè no em deixen.
A la tarda, passo el temps a la biblioteca de les instal·lacions. En ella trobo milers de llibres de l’àmbit cientificotecnològic. Personalment, els físics i matemàtics són els que més m’agraden. Quan m’interessa algun títol, escanejo amb el dit el seu codi i ja el tinc a la ment per poder llegir-lo. Tot funciona mitjançant números i fórmules en l’actualitat. Les lletres fa anys que han desaparegut i s’utilitzen només en noms propis. Aquest nou llenguatge permet que tots els habitants de la Terra s’entenguin entre ells.
Començo a llegir un exemplar de Steven Hooves, un físic especialitzat en l’estudi de la biofísica quàntica als aliments. El meu objectiu és trobar la resposta al dubte sobre la meva dieta. Ja ho he intentat en cent exemplars i cap ha resultat en èxit. Aquest sembla que tampoc… De sobte, s’apropa la meva mare i em pregunta si ja he menjat els àpats corresponents. Em mira a la cara i comença a plorar. No entenc la raó. Ella només s’excusa i marxa ràpidament.
La nit arriba i tot el personal se'n va a casa. Aquest cop, els acomiadaments habituals són massa tristos. Quasi tothom em mira amb compassió. Com ja he comentat, sóc l’únic que dorm al laboratori. Des de petit, em van nomenar encarregat de seguretat nocturn. Tot i això, la meva feina és fàcil, ja que les càmeres automàtiques 10.3 fan quasi tot el treball. Si detecten algun individu estrany, m’avisen i em desperten. Jo només valoro la situació i decideixo si cal o no trucar els serveis d’emergència. Mai he sortit a l’exterior, ho tinc prohibit. Tampoc tinc curiositat, ja que tot el meu món està dintre l’edifici.
Em dirigeixo a l’habitació on dormo, però tots els dubtes d’aquell dia no em deixen clapar els ulls. M’aixeco decidit a trobar respostes. L’únic despatx on no puc entrar és el 3.22, ja que m’han comentat que la radiació dintre és suficient per matar-me en dos minuts, fins i tot amb protecció. Utilitzo un robot amb control a llarga distància per entrar. Amb la seva càmera puc veure el que hi ha dintre. Només hi ha una espècie de màquina d’emmagatzematge apagada. Faig que el robot l’escanegi i observo els arxius que hi conté. Només hi ha un, i es titula “M.A.T.T. 9.9.9.3.1.”. Sense dubtar-ho, entro dintre i m’apareix un document amb més de 10.000 caràcters. En ell, s’explica com transformar ATP en energia elèctrica, com dissenyar un cervell amb metalls lleugers o com realitzar aparells i sistemes funcionals a partir de peces electròniques. A més també s’inclou el funcionament, les parts, les condicions de vida i els controls del robot… M.A.T.T.? En un principi, em quedo sense paraules, però immediatament, començo a entendre tot. En l’última pàgina hi ha un document firmat on s’escriu: “Demà, 13 de juny del 2350, M.A.T.T. deixarà de ser operatiu. Desconnexió necessària per projecte fallit”. Bocabadat, deixo anar el control del robot sense moure’m.
Actualment, són les 23:50. En qualsevol moment em desconnectaran i em convertiré en un grapat de brossa electrònica. Tot i això, vull que no només es recordin informes sobre mi, sinó també els meus sentiments i pensaments. Necessito que tothom entengui que un robot pot ser una persona.

Finalista

Aturar el temps

Autor: Inma Colán Aceituno


Era un día normal a classe, havíem d'entregar una redacció sobre què faríem si poguéssim aturar el temps. La veritat és que ni m'ho vaig pensar quan vaig començar el meu escrit, vaig plasmar la resposta més lògica que hi havia per a aquesta pregunta. No obstant, semblava que no tothom ho tenía tan clar, ja que les seves respostes semblaven tretes d'un llibre de fantasia. Em tocava llegir la meva així que em vaig aixecar i vaig començar a llegir:
- Aturar el temps, moltes persones anel·len tenir algun tipus de superpoder que els permeti fer tal cosa. En la seva ingenuïtat, pensen que, gràcies al seu superpoder, serien lliures de fer tot el que volguessin, anar allà on desitgessin anar, evitar les seves obligacions, etc. Ho veuen com un alliberament, quan de fet, seria una condemna a mort. Si el temps s'aturés, tot s'aturaria, i quan dic tot, és tot. Quan pensem en el temps congelat, ens imaginem les pel·lícules d’acció on les persones estan congelades i el superheroi pot moure’s lliurement per salvar al món, però la realitat està molt allunyada d’això. El que passaria a la realitat seria que les molècules d'oxigen no es mourien, i per tant, no arribarien als nostres pulmons i no podríem respirar. Tampoc hi veuríem, perquè els fotons, que en condicions normals es mouen a la velocitat de la llum, tampoc es mourien. A part de cecs, també estaríem sords, perquè el so no es propaga sense el moviment de l'aire, que també estaria immòbil. Per acabar de rematar la situació, els àtoms es trobarien molt freds perquè estarien quiets. En resum, si algú tingués el poder d’aturar el temps, ens condemnaria a tots nosaltres a quedar-nos permanent congelats, cecs, sords i irremeiablement desmaiats a causa de la falta d'oxigen. Acabaríem congelats a causa de la baixíssima temperatura dels àtoms, deixant-nos a tots atrapats en el temps. Ningú de nosaltres no sabria res, perquè les nostres neurones tampoc es mourien i no rebríem cap informació. Per tant, què faria jo si pogués aturar el temps? Doncs molt fàcil, no fer-ho per res del món.

En acabar, vaig aixecar la mirada per veure la cara dels companys i les companyes de classe, que semblaven atònits. Suposo que no és la resposta que esperaven, però si es pensaven que jo els faria una explicació de com poder dormir cinc minuts més o de com copiar en els exàmens, estaven molt equivocats.

Enxaneta

Autor: Ona Benítez Jarque


Avui he decidit no realitzar més operacions per estalviar suficient energia per aguantar tota la "nit": Seny.
He aconseguit no allunyar-me molt del meu recorregut i així no perdre l'òrbita: Equilibri.
Estem a mitjans d'agost ens acostem al cinturó d'asteroides de les Perseides, els grans m'han protegit dels meteorits més perillosos: Força.
Tinc por dels meteorits que passen pel meu costat, però tot hi així he obert les plaques solars per aconseguir energia: Valor.

Força
Equilibri
Valor
Seny

Em vaig repetir molt aquestes paraules des de que em van posar el nom: Enxaneta.
Més de 10.000 nens de tot Catalunya van estar discutint sobre el nom que em posarien. Van sortir deu finalistes, entre ells: Llampec, Intrèpid, Llibertat, Flaix ... i Enxaneta.
Sé que les cinc nenes que van proposar aquest nom confiaven en mi, haig de complir les seves expectatives. El nom Enxaneta és més que un nom, representa una cosa petita però que és imprescindible i jo haig d'aconseguir que aquest nom em representi. Ja sóc petita perquè sóc igual de gran que una caixa de sabates, ara només haig de fer molt bé la meva feina per merèixer aquest nom. Sé que ho puc aconseguir.
Tinc una missió petita però important. Haig de vigilar els llocs més remots del món, els llocs on els satèl·lits més grans no poden arribar, perduts entre les muntanyes, llocs molt petits, lluny de la civilització. M'haig d'encarregar d'observar tots aquests llocs i transmetre el que veig a la central, són feines com: monitoritzar el cabal dels rius i les reserves d'aigua arreu del territori (no m'agrada banyar-me per això observo de lluny), el seguiment i protecció de la fauna salvatge (m'encanten els animals però no hi ha qui els entengui), la recepció de dades meteorològiques d'estacions en llocs remots (així les persones agafen el paraigua abans de sortir de casa i no es mullen), el monitoratge de moviments del sòl per preveure desastres naturals, el monitoratge de ramats i de conreus per detectar malalties (les ovelles sempre s'escapen i les cabres sempre es queden atrapades en els barrancs.)... Jo m'encarrego d'observar els llocs petits perquè els detalls són molt importants.
El Soiuz 2 és l'autobús que ens havia de portar a tots a l'espai. A l'hora del llançament el Soiuz 2 es va posar tan nerviós que no vam poder enlairar-nos. Vam haver d'esperar fins a l'endemà. Ni jo ni la resta de l'equip vam poder dormir aquella nit. L'endemà per fi vam enlairar-nos. Jo em vaig posar al darrere de tot perquè és el que mola més. Vam estar cantat i jugant tot el viatge mentre els de davant ens deien que calléssim perquè volien dormir però... com volien que calléssim amb lo emocionats que estàvem! Vam fer el llançament a Rússia però la majoria de microsatèl·lits no érem d'allà i no parlàvem rus, així que vam estar parlant i cantant en codi binari, que l'enteníem tots. Vaig aprendre a dir algunes coses en rus com: privet (que és hola), do svidaniya (que és adéu), mikrosputnik (vol dir microsatèl·lit) i malen'kiy (que és petit). Quan vaig arribar a l'espai em vaig saber posicionar en el millor lloc per rebre millor l'energia del sol. Els grans al principi em subestimaven però els hi vaig demostrar que estic al seu nivell.
D'aquí un temps ja sabré moltes més coses, des de la Terra enviaran més microsatèl·lits i jo els podré ensenyar el que he après perquè seré la més veterana. A més a més la vida a la Terra millorarà molt gràcies a mi, perquè els llocs que abans no estaven controlats, jo els estaré vigilant. Som molts fent aquestes petites feines, fent pinya la ciència avança.

ADULTO EUSKERA

Itsas zaldian trostaka

Autor: Oihane Garmendia Glaría


100.000 milioetako bat naiz ni. Bihurri eta jostaria, beti elkarri kitzikatzen egoten garen horietako bat naiz ni. 100.000 ahizpekin batera, itsasoko likitsa eta olatuen joan-etorri etengabea maite dugu eta, horregatik, itsas-zaldiaren brankiatan bizi gara. Denak lo daudenean, arnasa hartu eta igerian egiten dut nik eta besteak. Batez ere atzerantz igeri egitea gustatzen zaigu: gibelera, urrunera, behera, sakonera igeri egitea: gorputz atal denak atzera luzatuz, atzean dagoen hori harrapatu nahiko bagenu bezala. Ez da hori, hain justu, zuek gizakiek azkenaldian egiten duzuena (akaso inoiz begiratu al duzue gehiegi sakoneran?), urrun eta sakon begiratu, atzean utzitakoa harrapatzen saiatu; jendeak nahiago du aurrera begiratu, gelditu gabe aurrera jo, aitzinera so, abantzura segi… Finean, gehiegi pentsatu gabe progresuaren uretan murgildu, nahasmendurik eta minik ekarriko ez duen ur gardenetan murgildu. Oraindik ez dut ulertzen zer dela eta nahiago duzuen aurrera igeri egitea atzera baino, goxo-goxo egoten da-eta guregana zatozenean! Itsasoan buruz behera jartzean bezala, gorputza solte, edonora iritsiko zarenaren sentsazioak hartzen zaituenean bezalaxe...

100.000 milio baino gehiagoko familia osatzen dugu, bai, baina bakoitza berera doa hemen. Soilik egun handitan elkartzen gara eta ene, hau festa denak dantzan eta igerian eta solasean hastean… Egun handi horietako bakoitzean, familia handiko familia txikiagoek azaldu egiten duten zertan ibili diren azkenaldian, zerk kezkatzen dituen, zer gogoratzen duten. Adibidez, gutako batzuek maite dute txikitan aitona-amonen etxeak zuen usaina gorde eta gogoratzea, edo ekaitza egin berritan sortzen zen usaina atxiki eta gerora gogoratzea: ongi gordetzen dituzte itsas-zaldiaren ertz batean, eta, halako egun handietan, berreskuratu egiten dituzte usainok zuentzat. Gutako beste batzuek maite dugu entzutea, txikitan izkin batean egindako negar-zotina, udako kontzertuko musika edota gauetan, herrian, hontzak egiten duen ulua. Gutako beste batzuek gogoratzen dituzte azal iluneko lagunaren laztana, gabonetako jantziaren ehundura, joan zitzaigun Txikiren ilearen orrazkera… Eta horrela gertatu zaizkigun gauza guztiekin: guk gordetzen eta sailkatzen ditugu gero zuek, familia osoa elkartzen garen egunetan (zeinek bat egiten duten malenkoniatsu jartzen zareten egunekin), gogora ditzazuen: usainak gogoratzen dituzten ahizpak beretik jartzen dute, soinuak gogoratzen dituztenek beretik, eta horrela ahizpa guztiek zatika gogoratzen dutena bateratu eta zuek izango duzuen oroitzapena berreraikitzen dugu, iraganean gertatutako horrekin ahalik eta antza handiena izan eta ahalik eta gertuen izan dezazuen oroitzapena.

Baina kontuz, jostariak bezain iruzurgileak baikara gu, zeren igeri egitea maite dugu ito-pasadak egitea bezainbeste, egia bezainbeste maite dugulako iruzurra: ikusten duguna zoko honetan, entzuten duguna beste horretan, ukitzen duguna urruneko zoko hartan: disekatu egiten ditugu oroitzapenak, eta gero, berreraiki egiten ditugu zuk osotasunean gogoratzeko. Baina baliteke gutako batek akats egitea (batzuetan nahita, besteetan nahigabe) eta data okerra gogoratzea, edo emozio okerra gogoratzea, edo lagun okerra gogoratzea: eta ez izatea zu txakurra laztantzen duena, edo usaina ez izan aitona-amonera, edo txikitako musu hori ez izatea zuk imajina bezain miragarria, edo are! Ahaztu izana nagusiaren errieta hura… Bai, guri esker egin dezakezu igeri memoriaren itsasoan. Hala ere, batzuetan itsaso horrek basamortu itxura hartzen du, eta basamortuetan nola, oasi lasaigarriak direla uste dugun horiek ez dira ispilatze hutsa baino.

Agian nahiago duzu kontatzen dizudan hau betirako ahaztea eta itsas-zaldia den hipokanpoan gauden neuronen jolas apetatsuaz disfrutatzen jarraitzea, batzuetan tranpa egiten dugula ahaztuz… Beraz, ez dut inon gordeko testu hau irakurri duzunaren oroitzapena ;)

Finalista

Amets egiten

Autor: Leire Arriola Oyanguren


Txikitatik jakin izan dut: ama izan nahi dut. Horrexegatik, oso adi egon nintzen zikoinako ipuina kontatu zidatenean lehendabiziko aldiz, “Gure gorputza” izeneko liburua oparitu zidatenean ondoren, eta azkenik eskolako anatomiako saioetan. Dena prest, beraz. Momentua iritsiko zenean, jakingo nuke zer eta nola egin.

Urte ugari ondoren, momentua iritsi da. Bikotekide maitakorra eta egonkorra aurkitu dut eta saiatu egin gara. Ez dugu lehenengo saiakeran lortu, bistan da. Berriz saiatu gara, eta ezer ez. Berriz ere saiatu, berriz ere huts egin. Hilabeteak pasa orduko, ginekologoenera noa, kezkaturik. Badator zaplastekoa: ez naiz hain emakume emankorra.

Frogak hasi dira. Odol, gernu, hormona, zelula eta DNA analisiak. Anatomiako liburuetan agertzen ez ziren hitzak ikasi behar izan ditut: ekografia, zitologia, histeroskopia, erresonantzia, biopsia, histerosalpingografia, laparoscopia. Pijama urdindunek nire gorputza miatzen dute, ni ohetilan etzanda. Xiringen, orratzen eta kamaren festibal horretan, laginak hartu eta aztertzera bidaltzen dituzte. Gizakia ala laborategiko sagua al naiz? Jarraitzeko, diagnostikoen turrusta: hormonen desoreka, endometriosia, hidrosalpinx. Agian erreserba obariko baxua ere bai. Diagnostiko bakarra nahikoa ez balitz bezala.

“Lasai egon, tratamenduak badaude”, diote bata zuridunek. Bikotekideari begietara begira, ez dakigu ea ongi ulertu dugun. Hala ere, aurrera. PCR negatibo eman, tratamenduari ekin. Ebakuntza-gela hotz eta esterilizatuan sartu eta “Aupa neska, bikain ari zara” diote pijama urdindun eta arrosadunek. Berriz ohatilan, erdi biluzik, bakarrik. Berriz orratzez eta xiringaz josita. Lokartzen naute. Esnatzerakoan, ez zait iruditzen bikain ari naizenik. Mina dut, gorputzan ebakuntzagatik, eta bihotzean beste arrazoi batengatik: antzua naiz, behin betiko. Ezin izango dut haurdun egon batadunen laguntzarik gabe.

“Ebakuntza bikain atera da. Obarioen estimulazioarekin has gaitezke”. Berri on bat, azkenean. Ala ez hain berri txarra, hobeto esanda. “Tratamendu hormonalarekin hasiko gara, talde multidiziplinar baten laguntzarekin”. Endokrinologo, nutrizionista eta psikologoari buruz ari da. Berri ona, ezta? Bakar bakarrik sentitzen naiz eta.

“Tratamendua ongi doa, obarioak prest daude. Egindako esfortzuak nabari dira. Orain obulo-ateratzearekin jarraitu dezakegu, eta in-vitroari ekin”. PCR negatibo eman, obuloak atera. In-vitroa martxan dago, eta enbrioiak azkenean prest. Ebakuntza-gela hotz eta esterilizatuan sartu. Xiringen festibala berriz. “Dena ongi joan da”, dio pijama berdedunak, baina begiekin kezka mezua bidaltzen dio pijama urdindunari. Zer gertatzen da oraingoan? Zergatik ez dit inork ezer esaten? Pijama urdinduna ohartu da ohartu naizela, eta bihotzetik ateratzen zaion ahots gozoenarekin botatzen dit belarrira: “Lasai egon, ez dira atera espero genuen bezain beste enbrioi bideragarri, baina ez du inporta; bakarrik enbrioi on bat lortzearekin, nahikoa da”. Itxaropenez betetako hitz horiei eusten diet negargura kontzen dudan bitartean.

Egunak itxaron. Haurdunaldi froga etxean egin. Hiru minutu luze. Pultso neuronalek argiaren abiadurarekin zeharkatzen dute garuna eta bihotzen taupadek saihetsak apurtzeko saiakera egiten ari dira. Bakarrik enbrioi on bat lortzearekin, nahikoa da. Erlojua begiratu, hiru minutu azkenean. Negatiboa. Ez ez, PCR-a da negatibo eman behar duen froga. Froga hau ez! Ez da posible… Dena egin dut ondo, bikain ibili naiz. Esan didaten guztia egin dut. Ez dut ezer ulertzen.

Egunak igaro dira eta hutsunea baino ez dut sentitzen. Dolua egin behar dudala esan didate gertukoek, baina nebulosa batean nago, ez dut ongi ulertzen esaten didatena. Bikotekidea ni animatzen saiatzen da, nahiz eta berak ere nik sentitzen dudana sentitu. Elkarrekin itzuli gara ginekologoaren kontsultara. Itxaron gelan gaudela, pentsatzen hasten naiz. Ez dakit zer esango digun. Agian zerbait hobe egin nezakeela leporatuko dit? Ez, hori nik neuk leporatzen diot nire buruari. Beldurrak irentsi eta kontsultan sartzen gara. Gorputzan gelditzen zaidan indar apurrarekin, bata zuridunaren begietara begiratzen ausartzen naiz. Begirada bat, milioi bat hitz. Hurbiltzen zaigu, ezer esan gabe, eta bere besoetan jasotzen gaitu. Une horretan COVID-19ak ez du axola eta estutu egiten gaitu. Orduan konturatzen naiz berak ere guk senan dugun sentimentu latza bera garatu duela. Malkoak ere badaude, auskalo norenak. Denonak. Besarkada askatzen dugu eta esertzen gara. “Oraindik aukerak badaude; nahi izanez gero, prozesua errepikatu dezakezue”. Etxera goaz, lorik ez, eta goizean erabakia hartzen dugu: aurrera.

Berriz hasten dugu zikloa. Zikloa baino, espirala ematen du. Bertan beherantz, iluntasunerantz noa, umerik gabe ematen dudan egun bakoitzean sakonago. Nire inguruko jendea ohartu egiten da, langile batadun eta pijamadunak ere bai. Estimulazio hormonalarekin hasterakoan, ginegologoa eta psikologoa hurbildu egiten zaizkit: “Egon lasai. Hemen gaude, zu eusteko”.

In-vitro fekundazioa, bigarren aldiz. Oraingoan ez dut etxeko haurdunaldi frogarik egin nahi, ez dut sinisten haurdun egon naitekeenik. Horren triste nago non gorputza gaixotzen hasten zaidan. Txikitan bezala, arimako minarekin batera, tripa ere kexaka. Egunero nauseak okerrago... Egunero nauseak okerrago?

Ginekologoarenera goaz. Ohetilan etzanda nagoela, denak ekografoari so, medikuaren eta erizainen irrifarreak erraldoiak dira. “Enbrioi on bat lortzearekin nahikoa izan da!”.
Bata eta pijama koloredunen taldearen laguntza ere bai. Ez dut zalantzarik: beraiena bezain gurea izango da gure Amets.

JOVEN EUSKERA

Gutuna

Autor: Izaro Agirre Perez


Egunak, asteak, hilabeteak igaro ziren. Ez zen egon erantzunik. Bat batean, txirrina entzun nuen. Atea irekitzera joan nintzenean harrituta geratu nintzen nire aurrean neukanarekin. Ez nituen ezagutzen bi gizon horiek baina oso bitxiak ziruditen.

- Einstein jauna?- galdetu zidan haietako batek.
- Ni neu. Nork galdetzen du?- erantzun nien, oraindik harrituta nire unibertsitateko bulegoan agertu zirelako.
- Estatu Batuetako Etxe Zuritik gatoz, Franklin D. Roosvelt presidentearen izenean. Zuk bidalitako gutunaz hitz egin nahiko genuke.

Gustura hartu zuten eskeini nien kafea eta nire bulegoan zeuden besaulkietan eseri ginen hitz egitera.

- Zuk emandako informazioaz baliatuta proiektu bat abiaraziko dugu. Manhattan proiektua deiturikoa. Beste zientzialari batzuk egongo dira eta zuk ere parte hartzea nahi dugu.
- Ez dakit ba... Zertan datza zehazki?
- Gutunean agertzen den bezala, bigarren mundu gerrari amaiera emango dion arma nuklearra garatzeko aukera dugu uranioa erabiliz.
- Ez dut parte hartuko-. Ez nuen parte hartu nahi hain beste suntsiketa sortuko zuen proiektu batean. Arma horrek ez zuen bakarrik bigarren mundu gerrarekin amaituko, familia askorekin baita.

Proiektuarekin aurrera jarraitu zuten, Bohr, Feyman eta Oppenheimerrek parte hartu zutelarik. Lise Meitnerrek, nik bezala, ez zuen parte hartu nahi izan. Berarekin lan egiten zuenak, berriz, Otto Hankek , parte hartu egin zuen.
Manhattan proiektuan garatu zuten bonbak Hiroshima eta Nagasaki hirien gainean bota zituztenean, abustuaren 6 eta 9an, min handia hartu nuen. Irratitik entzun nuen, ezin nuen sinetsi egin zutena. Hainbeste bizitza hutsera botata, hainbeste familia galdu eta hainbeste hildako haur... aldatu ezin den datu historikoa da.

Bonbak eragindako suntsiketa atmosferatik ikusi ahal zen eta tenperatura eguzkiaren gainazalekoa baino altuagoa izan zen. Ezin dut ezta imajinatu Hiroshima eta Nagasakiko biztanleek jasan behar izan zutena. Gainera, horietako batek bizirauteko gai izango balitz, ez luke asko iraungo, erradiazioak poliki-poliki hilko zuelako, heriotz motela eta mingarria sortuz.

Albistea entzun ondoren, gertatutakoa berraztertu nuen, gutuna Roosvelt-i bidali ezean, zarrazki hau gertatuko litzake?

Finalista

ADULTO GALLEGO

Lúa negra

Autor: Francisco Javier Fernández Davila


O espazo e o tempo, pregados sobre a Lúa, concibiron un vórtice mortal. Unha fenda ecuatorial erixiuse en desdentada boca selenita e comezou a devorar o satélite desde dentro. Cráteres, chairas e canóns pregábanse sobre si mesmos, coma ripios de materia que morrían cun fundido a negro. Foron poucos minutos, unha leve curtametraxe primitiva que recordaba de modo tráxico aos irmáns Lumière. Coma se o mesmo Méliès se erguese da tumba para rematar o traballo empezado había cen anos.

Dende a Terra non se oía nada. Os trescentos mil quilómetros de baleiro amordazaban o suceso, pero a fase chea do Sol, poñía sobre o desastre o maior dos focos posibles. Espectáculo e incerteza devalaron a pánico on-the-rocks e unha abominable onda expansiva foi correndo nas mentes da humanidade.

E cando a Lúa desapareceu, non pasou nada.

A catastrófica predición de mareas mortas quedou en ren. Puntualmente seguía a producirse ese diario milagre que, cada seis horas, atrasaba un pouco. Terremotos cero, volcáns calados e reflexivos, mares igual ca mares, e nubes pasaxeiras coma pálidos camiñantes de auga e gas. A vida pasaba e facíase mirar.

E a Lúa seguía alí, clamaba en rezo electromagnético a radio mundial. Escura, poderosa e diminuta. Infimo burato sen brillo que roubaba tempo ao espazo. Arrebatando luz ao Sol e esplendor á noite. Miseria infinda. Resto negro do naufraxio do noso amor.

Finalista

JOVEN GALLEGO

Finalista

Memorias

Autor: Abril Viqueira Pose


Cheguei á entrada do edificio. O escáner recoñeceu a miña cara e deixoume pasar ao interior. Pequenas máquinas colleron o meu maletín e a miña chaqueta e dirixíronse cara ao despacho. Miraba abraiado o que me rodeaba, todo era novo para min.
Non estaba acostumado a escribir dende unha mesa electrónica, nin sequera a escribir dende unha oficina. Antes adoitaba a facelo ao aire libre, ou mesmo no xardín da miña casa, mais agora as cousas cambiaran. Sería de parvos non utilizar a tecnoloxía que nos estaba brindando o Estado. Era algo totalmente innovador.
Sentei nunha cadeira preto do escritorio e intentei poñer en marcha as instrucións que me deran. Unha man apoiada na mesa e a outra premendo na tempa. Deste xeito, todo o que eu pensara trasladaríase a un documento do ordenador. Isto era grazas ao chip que se nos implantou á poboación unha vez o novo presidente subiu ao poder. Ninguén puido negarse. Quizais foi a mellor decisión. Agora todo depende da tecnoloxía.
Intentei comezar a escribir. Concentreime na leve idea que tiña do inicio e intentei plasmala no ordenador. Abrín os ollos, mais o que estaba escrito non era o que eu pensara. Estaba moito mellor narrado, parecía un relato propio dun escritor veterano. Deille a eliminar e volvín sentar na cadeira. Esa non era a historia que quería.
Repetín o proceso, mais outra vez volveu a aparecer no ordenador algo no que eu non pensara. Parecía escrito para ter éxito, mais non deixaba de ser algo que eu non fixera. Levanteime enfadado e berreille ao trasto novo. Por que non podía funcionar ben? A única reposta do aparello foi unha carpeta. Quedei aparvado mirando a pantalla. Era unha carpeta co meu nome.
Tiña medo de abrila, pero a tentación podía comigo. Un centenar de novas carpetas espraiáronse pola pantalla. O que me gustaba, o que lía, a miña festa de aniversario, os meus gustos… Todos os meus datos estaban recollidos nuns poucos píxeles. Fun abrindo carpetas pouco a pouco. Incluso a tecnoloxía sabía máis de min que eu mesmo. Era incrible o custo que pagaría calquera empresa por ter toda esa información, se é que non dispoñían dela xa.
Abrín unha carpeta que estaba agochada dentro doutra. Best seller. Contiña varios documentos que fun lendo minuciosamente. Supoñíase que esas ían ser as próximas supervendas do mercado. E ían levar o meu nome.
Unha carraxe incontrolable xurdiu dende o meu interior. Intentei borrar todas esas carpetas, toda esa información, toda esa bazofia, mais foi en van. Por máis que quixese non desaparecían. Se pasaba isto conmigo o máis probable era que tamén sucedera co resto da xente. Xa non eramos donos nin de nós mesmos. Pertenciamos ao Goberno.
O meu orgullo estaba tocado. O futuro estaba xa elixido. Ía ser un escritor de moita sona, con palabras que non eran as miñas. Eu non quería iso. Non era xusto. Nin todo o diñeiro que puidese gañar ía facer que me sentise ben, que me conformase co que me tocaba.
Sentei na cadeira e meditei. Canta xente agora mesmo estaba nas súas casas, vendo o televisor, ceando, xogando cos seus fillos e fillas, sen saber que realmente todo o que puidesen imaxinar estaba gardado en carpetas, que realmente todos os seus segredos non eran máis que caracteres dun documento. Tiñan que sabelo, debían de ser conscientes da súa situación.
Eu era o único que a estas alturas podía facer algo. Non cría que ninguén máis deste edificio estivese pola labor de cambialo todo. O máis probable é que non se decatasen e, se alguén o fixera estou seguro de que preferiría os cartos e o éxito antes que facer o correcto. En verdade non sei porque eu non me podía conformar con iso. Tiña a vida gañada, mais seguía sen ser xusto, e as cousas así non funcionan. Detrás dun mundo tan bonito ten que haber unha treboada, e neste caso era a tecnoloxía. Se me deixaba controlar por ela, chegaría un momento no que me dominaría por completo, e en consecuencia o Goberno tamén. Eran eles os que estaban detrás de todo isto. Eran eles os que querían controlar a toda a poboación.
O único que me preocupaba era o chip. Non sabía como desfacerme del sen acabar coa miña vida, non sabía cal era o seu alcance, mais mentres a tecnoloxía non estivese da miña parte non me quedaba outra que empezar polo máis sinxelo. Collín un bolígrafo e un papel e escribín o que realmente quería. A miña propia historia, as miñas palabras, a miña vida. O mundo ía coñecer o novo plan do sistema. O mundo ía saber por fin que se non nos uníamos contra eles non teriamos nada que facer.

PREMIO DEL PÚBLICO

ADULTO

Una reacción citoexagerada

Autor: Javier Elizalde Razquin


Diario de Goblet. Día 1, 9:00 am:
“Que feliz y contenta vivo entre mis compañeras de los epitelios del cuerpo humano. Como todos los días, he generado el moco que nos protege, recoge, acumula y expulsa las sustancias tóxicas aquí, en el aparato respiratorio.”

Diario de Goblet. Día 2, 17:00 pm:
“Mis amigas neuronas del bulbo olfatorio me han mandado un mensaje muy nerviosas. Algo raro está pasando. De repente, han dejado de captar olores del exterior. Todas están muy alteradas, no saben si puede deberse a algo extraño que se acercó hace unas horas por su barrio. Sin embargo, aunque algunos glóbulos blancos han detectado que algo nuevo y externo, de naturaleza vírica, ha entrado por la nariz, están muy confundidos porque no saben dónde está ni cómo es.”

Diario de Goblet. Día 2, 17:10 pm:
“Han pasado solo unos minutos desde que he recibido el mensaje anterior. Y ahora los receptores ACE-2 de mi membrana están muy excitados. Algo muy atractivo hay en el exterior… Voy a abrir mis canales de membrana a ver qué es…”.

Diario de Goblet. Día 5, 13:30 pm:
“No me encuentro nada bien. ¿Será por ese nuevo ARN mensajero que recibí hace unos días? Me hace trabajar de una forma diferente: el moco que tengo que producir no está formado por los mismos materiales que uso habitualmente. ¿Tendrá relación con lo que me contaron las células nerviosas? Además, también percibo que las células que tengo alrededor, tanto respiratorias como vasculares, están igual de confundidas que yo. Será mejor que envíe sustancias de aviso a los glóbulos blancos, no vaya a ser que haya algún problema.”

Diario de Goblet. Día 7, 20:00 pm:
“Hace ya casi dos días que los neutrófilos y las células inflamatorias están trabajando ahí fuera. Han producido muchas sustancias inflamatorias de tipo citoquina para controlar lo que está pasando, pero están igual de confundidas que todas nosotras. Además, percibo que el moco que produzco no es de buena calidad y que, después, actúa de una forma extraña sobre mis compañeras de alrededor. Incluso mis hermanas del aparato digestivo me han dicho que esa misma sustancia ha llegado allí y todos están igual de confundidos que por aquí.”

Diario de Goblet. Día 8, 20:15 pm:
“La situación es caótica. Las sustancias inflamatorias han atraído a los linfocitos, pero ellos tampoco saben qué está pasando. Así que han decidido que nos van a poner a todas en cuarentena y nos han sellado con más citoquinas. Esto está siendo muy estresante, ¡incluso las células epiteliales alveolares dicen que no pueden perfundir bien los gases! No sé qué va a pasar.”

Diario de Goblet. Día 10, 11:00 am:
“Los linfocitos han decidido que no estamos trabajando bien y han empezado a eliminar a algunas de mis compañeras. Las cosas tampoco están mejor entre las células de los capilares. Allí, la destrucción de alguna de ellas ha generado coágulos y las plaquetas no dan abasto. La perfusión de aire no está funcionando bien y la inflamación es generalizada. Llegan noticias desde otros órganos: si la cantidad de oxígeno no es la adecuada, habrá problemas. Las células de la tráquea dicen que ya hay un aporte externo no habitual. Y la situación no es mucho mejor en el aparato digestivo, los riñones o el cerebro. O los glóbulos blancos ponen todo en orden, ¡o esta reacción tan exagerada de citoquinas puede acabar muy mal!”

Diario de Goblet. Día 14, 5:00 am:
“¡Qué suerte hemos tenido! Los linfocitos T comprobaron ayer que produzco el mismo moco de siempre y poco a poco me voy recuperando. No puedo decir lo mismo de algunas de mis compañeras de alrededor. Otros linfocitos indican que hemos conseguido superar una grave crisis producida por un nuevo virus llamado SARS-CoV-2. La situación aún es grave, pero parece que, poco a poco, se está controlando. Además, han aprendido a reconocer a este nuevo patógeno y en el futuro podrán producir anticuerpos que conseguirán avisar y neutralizar antes esta situación vivida. Pero todas estamos agotadas… Veremos cómo acaba todo…”.

JOVEN

Inconsciencia

Autor: Hugo Braga Carmona


Casi era la hora del cierre y no quedaba nadie en la pequeña librería del pueblo. Con delicadeza, Luke revisó las estanterías y colocó los libros que habían quedado descolocados ante el último grupo de clientes de la tienda. Se dirigió hacía la caja y vació el bote de propinas, colocando las monedas en su respectivo lugar. Una vez terminadas las ultimas tareas del día se acercó a la puerta y colgó el cartel de cerrado. Salió despacio de la tienda sacó las llaves del bolsillo y se giró para echar el cierre. Cerrando la puerta de la tienda, en el reflejo de los cristales, pudo observar lo que se abalanzaba sobre él, y antes de que pudiera hacer nada, todo se volvió negro.

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El mundo ha cambiado. Se propagó rápido la noticia por todos los periódicos, telediarios y medios de comunicación. El caos se desató, miles de personas yacían sin vida en las calles a diario. Imágenes espantosas se difundieron por la red.
Mientras el plástico era cada vez un problema mayor, los científicos buscaban soluciones desesperadas para poder frenarlo. Parecía que habían encontrado una posible efectiva solución, una bacteria que se alimentaba de plástico.
Sonaba bastante bien la idea de que una simple bacteria pudiera alimentarse del gran problema que eran los plásticos a nivel mundial, pero algo salió mal. Experimentaban para clonar esa bacteria a una escala estratosféricamente mayor a la que se podía imaginar, algo que por supuesto iba en contra de las leyes de la naturaleza. Durante el experimento un incendió se expandió rápidamente por el laboratorio. Los científicos, aterrados, salieron corriendo sin control alguno y sin pensar ni siquiera lo que estaban haciendo. Las máquinas quedaron encendidas y debido a la sobreexposición a los rayos emitidos por dichos aparatos la bacteria clonó. Pero clonar no fue lo único que hizo, al hacer esto también evolucionó y se desarrolló sin control mutando y haciendo cambios en su genética, lo que hizo que pasaran de comer plástico a devorar todo lo que encontraban, incluidos los humanos. Los denominaban Devorahuesos.
Desde ese día la población humana empezó a disminuir a gran velocidad, pasaron años en los que quien podía se resguardaba de estas bestias en pequeñas casas de campo, llegando incluso a habitar en cuevas. Como era obvio nada de esto les hizo invisibles ante los Devorahuesos, y poco a poco fueron encontrados y posteriormente devorados.


Los científicos que quedaban desarrollaron unos aparatos que indicaban cuántos humanos quedaban en ese momento en la tierra y además detectaban si había algún tipo de movimiento cerca de ti. De nuevo, estos inventos solo sirvieron para alargar la vida de las pocas personas que quedaban, las cuales fueron muriendo debido a la edad, enfermedades, Devorahuesos…
Una fresca mañana, el aparato de Connor emitió un pitido, había un Devorahuesos cerca, pero lo que más le llamó la atención fue el contador de humanos, el cual marcaba uno. Era el último humano en el planeta tierra y le acechaba un Devorahuesos.
Cuando el último mamut cerró los ojos, no era consciente de que era el último de su especie y provocaría su extinción, tampoco eran conscientes el dodo, o la cebra de las llanuras, al contrario que Connor. Él, era consciente de que su muerte iba provocar la extinción de la humanidad y se sentía culpable de ello, una parte de la culpa había sido suya. No había hecho todo lo que pudo para no llegar a esa situación, así que, aceptó su destino y se dejó atrapar por el Devorahuesos que rondaba alrededor su hogar. Los humanos se extinguieron.
La principal fuente de alimentación de los Devorahuesos estaba extinta, además estas bestias no tenían la suficiente inteligencia adaptativa como para ajustarse poco a poco a la nueva situación. Pocos años después los Devorahuesos se extinguieron y el mundo, tras millones de años quedó en paz.
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Los arqueólogos han encontrado miles de objetos en el subsuelo que nos han ayudado a comprender nuestra historia. Hoy, encontraron una pared de acero con unos grabados que decían: ‹‹estamos destruyendo al planeta, frenemos el cambio climático››.
Al escucharlo en el telediario, una pareja comentó la noticia:
–Es curioso que pensaran que el planeta iba a ser destruido –dijo la hembra de una especie extraña.
–Sí, –respondió el macho de una especie extraña –es casi tan curioso como que ese muro no estuviera hecho de plástico.

PREMIO ESPECIAL "DE CIENCIAS Y LETRAS"

El premio ha sido para la profesora Diana Foix Cabrerizo del IES Mare de Déu del Portal, de Batea, Tarragona.

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