Maneká, la leyenda de la ciudad de la Luna
Estaba muy nerviosa. En cualquier momento la luna se colocaría en la posición exacta. Gracias a su luz, este mágico astro, iluminaría la piedra Manera y por fin se cumpliría nuestro deseo. Y si ... ¿todo fuese una leyenda? ¿Y si las piedras que estoy sosteniendo en mis manos no son más que unas simples rocas?
¡Hola!, Me llamo Ádovey. Nací en un pueblecito de Noruega. Tengo una extraña mancha de nacimiento con forma de espada situada en la parte superior de mi tobillo, al igual que el resto de mi familia.
Mi abuela siempre nos ha contado que hace miles de años, nuestros ancestros crearon el Imperio Maneká (cuyo nombre significa “Ciudad de la Luna”). Era una civilización de guerreros, navegantes y excepcionales constructores. Tenían una ceremonia que les diferenciaba de otras culturas llamada “El ritual de la colina de la luna”. En ella, su líder se subía a la montaña más alta y sosteniendo la roca Maneká (o piedra de la luna), pedía un deseo al mismo tiempo que era iluminado por ese mágico astro.
A día de hoy, nadie ha encontrado ningún resto de dicha civilización y me he propuesto ser la primera persona en hacerlo.
Una noche cuando mis primos vinieron a cenar, propuse ir al bosque a jugar al escondite. Yo me fui a la zona del lago, ya que ellos odian el agua y seguramente no irían a buscarme allí.
El lago estaba iluminado por la luz de la luna ¡y tenía el agua un peculiar color morado! Sumergí mis manos y sin querer me topé con una piedra. La miré y me percaté de que tenía un signo tallado que era idéntico... ¡a mi mancha de nacimiento!
Fui corriendo a casa para hablar con mi abuela de lo sucedido. Pero antes le comenté todo a mi hermano mayor Mizhén. Ella, estaba en su habitación leyendo un libro que tenía una gran colina con una enorme luna en su portada.
- Abuela, tenemos que contarte algo – dije mirándola fijamente. Creo que hemos encontrado la piedra Makená. Abrí mi mano para enseñarle lo que llevaba.
Se quedó con los ojos bien abiertos, observando con detalle la piedra. Tenéis razón niños, habló mientras seguía mirando todo con detalle. Pero esto es sólo una parte, es el fragmento que representa la guerra. Faltarían otros dos, el representativo de la construcción y el de la navegación, símbolos de nuestros ancestros.
¿Pero abuela, dónde podríamos encontrarlos? – dijo mi hermano.
Ella nos recordó la leyenda. Se cuenta que en las tierras del norte, se encuentra un mar rodeado de costas escarpadas y abruptas. Allí, nuestros antepasados cavaban la tierra y escondían todos sus tesoros. Para que no fuera fácil encontrarlos, rezaban a los dioses para que lloviera y el mar cubriera todo lo que habían escondido. Mi abuela chasqueó los dedos frente a nosotros - ¡La llave mágica está más cerca de lo que creemos!
Sin dudarlo, cogimos nuestros caballos y nos dirigimos a la zona que nos había indicado mi abuela. Como ella era arqueóloga, nos prestó algunos de sus antiguos artilugios. Comenzamos a cavar y cavar. Yo encontré una caja anticuada. Para verla con claridad, le quité el polvo que tenía y la abrí. Encontramos una corona, un mapa y un collar en cuyo centro estaba el fragmento de la navegación.
De camino al valle que se indicaba en el plano, una paloma mensajera dejó caer un papel donde se indicaba que nuestra abuela había desaparecido, nos preocupamos muchísimo, pero teníamos que continuar con nuestra aventura.
Parece que el último fragmento está en este templo...- dijo mi hermano. Nos adentramos y utilizamos una antorcha a modo de linterna. Recorrimos muchos pasadizos y nos topamos con una habitación llena de agua. En el fondo pude apreciar una piedra resplandeciente con un símbolo. Nos dimos cuenta que era la roca que nos faltaba.
Era el momento de juntar las tres piedras e iniciar el ritual.
Con su luz, la luna iluminaba las piedras y entonces pedimos un deseo.
- Deseo....deseo...deseo.... que la abuela vuelva con nosotros.
Pero no pasó nada. Con nuestra tristeza recorrimos el camino de vuelta a casa. Estaba amaneciendo, cuando a lo lejos vimos una luz resplandeciente que rodeaba a una anciana vestida totalmente de blanco. ¡Era nuestra abuela! ¡La leyenda era cierta! ¡Las piedras iluminadas por la luna podían cumplir deseos!
Decidimos otorgarles todos los objetos que encontramos a un grupo de arqueólogos. Ellos investigaron los objetos y obtuvieron mucha información sobre la antigua civilización de la ciudad de la Luna. Descubrieron que era la civilización mas antigua y la mas grande que haya existido. Algunos restos los expusieron en un museo y la gente pudo observar la belleza de la esta mágica civilización.
¡Hola!, Me llamo Ádovey. Nací en un pueblecito de Noruega. Tengo una extraña mancha de nacimiento con forma de espada situada en la parte superior de mi tobillo, al igual que el resto de mi familia.
Mi abuela siempre nos ha contado que hace miles de años, nuestros ancestros crearon el Imperio Maneká (cuyo nombre significa “Ciudad de la Luna”). Era una civilización de guerreros, navegantes y excepcionales constructores. Tenían una ceremonia que les diferenciaba de otras culturas llamada “El ritual de la colina de la luna”. En ella, su líder se subía a la montaña más alta y sosteniendo la roca Maneká (o piedra de la luna), pedía un deseo al mismo tiempo que era iluminado por ese mágico astro.
A día de hoy, nadie ha encontrado ningún resto de dicha civilización y me he propuesto ser la primera persona en hacerlo.
Una noche cuando mis primos vinieron a cenar, propuse ir al bosque a jugar al escondite. Yo me fui a la zona del lago, ya que ellos odian el agua y seguramente no irían a buscarme allí.
El lago estaba iluminado por la luz de la luna ¡y tenía el agua un peculiar color morado! Sumergí mis manos y sin querer me topé con una piedra. La miré y me percaté de que tenía un signo tallado que era idéntico... ¡a mi mancha de nacimiento!
Fui corriendo a casa para hablar con mi abuela de lo sucedido. Pero antes le comenté todo a mi hermano mayor Mizhén. Ella, estaba en su habitación leyendo un libro que tenía una gran colina con una enorme luna en su portada.
- Abuela, tenemos que contarte algo – dije mirándola fijamente. Creo que hemos encontrado la piedra Makená. Abrí mi mano para enseñarle lo que llevaba.
Se quedó con los ojos bien abiertos, observando con detalle la piedra. Tenéis razón niños, habló mientras seguía mirando todo con detalle. Pero esto es sólo una parte, es el fragmento que representa la guerra. Faltarían otros dos, el representativo de la construcción y el de la navegación, símbolos de nuestros ancestros.
¿Pero abuela, dónde podríamos encontrarlos? – dijo mi hermano.
Ella nos recordó la leyenda. Se cuenta que en las tierras del norte, se encuentra un mar rodeado de costas escarpadas y abruptas. Allí, nuestros antepasados cavaban la tierra y escondían todos sus tesoros. Para que no fuera fácil encontrarlos, rezaban a los dioses para que lloviera y el mar cubriera todo lo que habían escondido. Mi abuela chasqueó los dedos frente a nosotros - ¡La llave mágica está más cerca de lo que creemos!
Sin dudarlo, cogimos nuestros caballos y nos dirigimos a la zona que nos había indicado mi abuela. Como ella era arqueóloga, nos prestó algunos de sus antiguos artilugios. Comenzamos a cavar y cavar. Yo encontré una caja anticuada. Para verla con claridad, le quité el polvo que tenía y la abrí. Encontramos una corona, un mapa y un collar en cuyo centro estaba el fragmento de la navegación.
De camino al valle que se indicaba en el plano, una paloma mensajera dejó caer un papel donde se indicaba que nuestra abuela había desaparecido, nos preocupamos muchísimo, pero teníamos que continuar con nuestra aventura.
Parece que el último fragmento está en este templo...- dijo mi hermano. Nos adentramos y utilizamos una antorcha a modo de linterna. Recorrimos muchos pasadizos y nos topamos con una habitación llena de agua. En el fondo pude apreciar una piedra resplandeciente con un símbolo. Nos dimos cuenta que era la roca que nos faltaba.
Era el momento de juntar las tres piedras e iniciar el ritual.
Con su luz, la luna iluminaba las piedras y entonces pedimos un deseo.
- Deseo....deseo...deseo.... que la abuela vuelva con nosotros.
Pero no pasó nada. Con nuestra tristeza recorrimos el camino de vuelta a casa. Estaba amaneciendo, cuando a lo lejos vimos una luz resplandeciente que rodeaba a una anciana vestida totalmente de blanco. ¡Era nuestra abuela! ¡La leyenda era cierta! ¡Las piedras iluminadas por la luna podían cumplir deseos!
Decidimos otorgarles todos los objetos que encontramos a un grupo de arqueólogos. Ellos investigaron los objetos y obtuvieron mucha información sobre la antigua civilización de la ciudad de la Luna. Descubrieron que era la civilización mas antigua y la mas grande que haya existido. Algunos restos los expusieron en un museo y la gente pudo observar la belleza de la esta mágica civilización.
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