PAREDES QUE CUENTAN HISTORIAS
PAREDES QUE CUENTAN HISTORIAS
En un pequeño pueblo de la provincia de Tarragona, en Cataluña, vivían dos jóvenes adolescentes muy aventureros que nunca se cansaban de aprender y descubrir nuevos tesoros en su tierra. Su mayor debilidad era la arqueología y los fines de semana que se lo permitían los estudios, salían en busca de aventuras por su comarca, conocida como el Montsià.
- ¿Sabes Sofía?, he leído en el periódico que se han descubierto unas nuevas pinturas rupestres en el Mas de Barberans. Las podríamos ir a visitar…– insinuó el joven Tomás.
- ¡Sí! Ya están abiertas al público me dijo mi padre, solo tenemos que ir al Museu de la Pauma y preguntar. – respondió la intrépida Sofía.
Al llegar a casa sincronizaron sus agendas y quedaron que el próximo sábado irían al pueblo vecino para investigar la importancia de esas pinturas. Un par de días antes llamaron al ayuntamiento para pedir información y cuando llegó el sábado, una mujer de mediana edad ya les estaba esperando.
- ¡Estáis de suerte jovencitos! Esta tarde si queréis, podéis sumaros a la visita guiada que se va a realizar al Cocó de la Gralla. Tenemos una reproducción a tamaño real de todas las figuras que se ven en el friso, pero es mejor que hagáis la visita. ¿Os va bien? – preguntó la encargada.
- ¡Claro que sí! – contestaron los dos jóvenes.
A la hora indicada se reunieron con la guía y otros visitantes y realizaron el trayecto, primero en coches y luego empezaron a caminar. A lo lejos vieron un pico imponente llamado la Airosa que vigilaba el pueblo como un guardián.
- ¡Mira Tomás! – exclamó Sofía cuando se encontró delante de una reja que protegía el conjunto pictórico.
- ¡Ostras! – exclamó Tomás al darse cuenta de la maravilla que tenían delante.
Las explicaciones de la guía eren muy interesantes y rápidamente pudieron imaginar a sus antepasados más directos realizando aquella obra maestra.
- ¡Mira! ¡Un jabalí! – exclamó Tomás.
- Así es, se han documentado un total de sesenta y nueve figuras y se pueden diferenciar tres escenas principales. Estas pinturas tienen ocho mil años de antigüedad i ocupan aproximadamente unos tres metros de longitud. – señaló con el dedo la guía.
- ¡Ostras! A ver si lo veo…aquí a la izquierda veo unos cazadores mirando hacia la derecha que parece que estén cazando una cabra, ¿verdad? - explicó Tomás prestando mucha atención a lo que veía en el friso.
- ¡Muy bien! Y si os fijáis un poco más, en el centro hay una escena ritual más pequeña con una cabeza grande. Pensamos que podría ser alguien importante o un ser mitológico. No estamos seguros, pero podría tratarse de un lugar sagrado como ocurre en las cuevas de la Ermita de la Pietat en Ulldecona, donde también aparece una cabeza grande. – precisó la guía.
- ¡Sí! Y a la derecha, al otro lado veo un grupo de cazadores mirando hacia la izquierda cazando un jabalí. El primer cazador me da la sensación que lleva plumas en la cabeza, ¿verdad? – preguntó Sofía.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Tienes buena vista! Ahora mirad hacia el techo de la visera y veréis una cabrita y un cazador al lado –indicó la guía. Y un poco más alejada hay una cabrita aislada, ¿la veis? – preguntó la guía.
- ¡Sí! ¿Y qué pintura usaban? ¿Lo hacían con pinceles? – preguntó Tomás.
- La pintura la hacían a partir de óxido de hierro mezclado con un aglutinante para que se fijara mejor a la pared. Los pinceles podían ser de pelo, ramitas o de plumas. Además, lo enmangaban. – les explicó la guía mientras cogía una concha para usarla como base para poner el pigmento.
- ¡Qué interesante! ¿Y por qué son tan importantes? – preguntó Sofía.
- Pues si tenemos en cuenta otras pinturas cercanas se puede documentar una ruta de los movimientos de los humanos prehistóricos por nuestras tierras en aquel tiempo. Además, también son importantes porqué son de estilo levantino como las pinturas de Tírig y la Valltorta, en el País Valencià, o como las del Perelló o Ulldecona – concretó la guía.
- ¿Y qué significa estilo levantino? – preguntó Sofía.
- Es un estilo que encontramos en todas las pinturas de los yacimientos del arco mediterráneo de la península Ibérica. Los cazadores del Cocó son muy parecidos a los cazadores de la Valltorta que llevan arcos de triple curva, decoraciones en los brazos a modo de pulseras y las piernas muy abiertas. ¿Os apetece hacer pigmento? - preguntó la guía.
- ¡Sí! – contestaron los jóvenes.
Mientras realizaban el taller para hacer pigmento se imaginaron como auténticos cazadores-recolectores de la prehistoria. Después de aquella experiencia volvieron a su pueblo y no podían dejar de pensar en aquellos artistas del pasado que dejaron grabada en las paredes su historia.
En un pequeño pueblo de la provincia de Tarragona, en Cataluña, vivían dos jóvenes adolescentes muy aventureros que nunca se cansaban de aprender y descubrir nuevos tesoros en su tierra. Su mayor debilidad era la arqueología y los fines de semana que se lo permitían los estudios, salían en busca de aventuras por su comarca, conocida como el Montsià.
- ¿Sabes Sofía?, he leído en el periódico que se han descubierto unas nuevas pinturas rupestres en el Mas de Barberans. Las podríamos ir a visitar…– insinuó el joven Tomás.
- ¡Sí! Ya están abiertas al público me dijo mi padre, solo tenemos que ir al Museu de la Pauma y preguntar. – respondió la intrépida Sofía.
Al llegar a casa sincronizaron sus agendas y quedaron que el próximo sábado irían al pueblo vecino para investigar la importancia de esas pinturas. Un par de días antes llamaron al ayuntamiento para pedir información y cuando llegó el sábado, una mujer de mediana edad ya les estaba esperando.
- ¡Estáis de suerte jovencitos! Esta tarde si queréis, podéis sumaros a la visita guiada que se va a realizar al Cocó de la Gralla. Tenemos una reproducción a tamaño real de todas las figuras que se ven en el friso, pero es mejor que hagáis la visita. ¿Os va bien? – preguntó la encargada.
- ¡Claro que sí! – contestaron los dos jóvenes.
A la hora indicada se reunieron con la guía y otros visitantes y realizaron el trayecto, primero en coches y luego empezaron a caminar. A lo lejos vieron un pico imponente llamado la Airosa que vigilaba el pueblo como un guardián.
- ¡Mira Tomás! – exclamó Sofía cuando se encontró delante de una reja que protegía el conjunto pictórico.
- ¡Ostras! – exclamó Tomás al darse cuenta de la maravilla que tenían delante.
Las explicaciones de la guía eren muy interesantes y rápidamente pudieron imaginar a sus antepasados más directos realizando aquella obra maestra.
- ¡Mira! ¡Un jabalí! – exclamó Tomás.
- Así es, se han documentado un total de sesenta y nueve figuras y se pueden diferenciar tres escenas principales. Estas pinturas tienen ocho mil años de antigüedad i ocupan aproximadamente unos tres metros de longitud. – señaló con el dedo la guía.
- ¡Ostras! A ver si lo veo…aquí a la izquierda veo unos cazadores mirando hacia la derecha que parece que estén cazando una cabra, ¿verdad? - explicó Tomás prestando mucha atención a lo que veía en el friso.
- ¡Muy bien! Y si os fijáis un poco más, en el centro hay una escena ritual más pequeña con una cabeza grande. Pensamos que podría ser alguien importante o un ser mitológico. No estamos seguros, pero podría tratarse de un lugar sagrado como ocurre en las cuevas de la Ermita de la Pietat en Ulldecona, donde también aparece una cabeza grande. – precisó la guía.
- ¡Sí! Y a la derecha, al otro lado veo un grupo de cazadores mirando hacia la izquierda cazando un jabalí. El primer cazador me da la sensación que lleva plumas en la cabeza, ¿verdad? – preguntó Sofía.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Tienes buena vista! Ahora mirad hacia el techo de la visera y veréis una cabrita y un cazador al lado –indicó la guía. Y un poco más alejada hay una cabrita aislada, ¿la veis? – preguntó la guía.
- ¡Sí! ¿Y qué pintura usaban? ¿Lo hacían con pinceles? – preguntó Tomás.
- La pintura la hacían a partir de óxido de hierro mezclado con un aglutinante para que se fijara mejor a la pared. Los pinceles podían ser de pelo, ramitas o de plumas. Además, lo enmangaban. – les explicó la guía mientras cogía una concha para usarla como base para poner el pigmento.
- ¡Qué interesante! ¿Y por qué son tan importantes? – preguntó Sofía.
- Pues si tenemos en cuenta otras pinturas cercanas se puede documentar una ruta de los movimientos de los humanos prehistóricos por nuestras tierras en aquel tiempo. Además, también son importantes porqué son de estilo levantino como las pinturas de Tírig y la Valltorta, en el País Valencià, o como las del Perelló o Ulldecona – concretó la guía.
- ¿Y qué significa estilo levantino? – preguntó Sofía.
- Es un estilo que encontramos en todas las pinturas de los yacimientos del arco mediterráneo de la península Ibérica. Los cazadores del Cocó son muy parecidos a los cazadores de la Valltorta que llevan arcos de triple curva, decoraciones en los brazos a modo de pulseras y las piernas muy abiertas. ¿Os apetece hacer pigmento? - preguntó la guía.
- ¡Sí! – contestaron los jóvenes.
Mientras realizaban el taller para hacer pigmento se imaginaron como auténticos cazadores-recolectores de la prehistoria. Después de aquella experiencia volvieron a su pueblo y no podían dejar de pensar en aquellos artistas del pasado que dejaron grabada en las paredes su historia.
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