Hic sunt dracones
Desde que en el globo terráqueo de Hunt-Lenox apareció aquello de “hic sunt dracones” (aquí hay dragones) todo el mundo asociaba los dragones a problemas, a peligros, a lugares a los que nunca se debería acercar una.
Aunque mi llegada a este planeta ha sido mucho, mucho posterior, creo que esto de los dragones sí que ha marcado mi vida. De pequeña estos seres eran mi predilección. Adoraba las historias de valerosos dragones que surcaban los cielos para salvar a sus compañeros humanos.
Y a través de ellos me adentré en el maravilloso mundo de los exploradores. Esas personas que podrían considerarse cazadores de dragones, ya que como dirían los cartógrafos iban al nido de estos para poner luz sobre nuestro futuro descubriendo nuevas plantas o animales nunca vistos.
Tras mi etapa draconiana, que debí superar a los 6 u 8 años, lo de la exploración siguió atrapándome. Las peripecias de Alexander von Humboldt intentado llegar a la cima del Chimborazo o las arriesgadas travesías de Shackleton y su tripulación en la conquista de la Antártida hicieron que, aunque sonase raro, todas las personas de mi casa supiesen que quería ser exploradora. Devoraba todos los libros que llegaban a mis manos y que me descubrían nuevos mundos, me transportaban a largas travesías en barco, a interminables caminatas ascendiendo montañas, en definitiva, me transportaban a un mundo de libertad.
Tengo que decir que, en más de una, y por qué no decirlo, en más de un ciento de veces, trataron de persuadirme. En el colegio siempre tenía que aguantar la mítica pregunta de…
- Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?
Las caras que me ponían cuando decía que quería ser exploradora no tenían desperdicio, al final siempre acababan con esas frasecitas como: “a ver, pero me refiero a una profesión de verdad” o la que a mí más me gustaba “pero ¿cómo vas a ser exploradora, si hoy en día ya lo conocemos todo?”
Ya han pasado un par de décadas de estos comentarios. Ya no tengo relación con esas personas y si los veo por la calle seguro que no los conozco, pero la verdad es que en estos momentos me encantaría poder decirles que se equivocaban. Decirles frente a frente que aún nos queda mucho que explorar y que como en mis sueños, yo estoy poniendo mi granito de arena para descubrir esas tierras de dragones.
La verdad es que no entiendo por qué me han atropellado todos estos recuerdos de golpe en el instante más importante de mi vida. Esta misma mañana me ponía mi traje espacial hecho a medida y con la más alta tecnología y hacíamos el último repaso a nuestra misión. Todo tenía que encajar a la perfección para que nuestro viaje sea un éxito y mi papel es fundamental pues soy la responsable de nuestra nave.
Ahora mismo ya estoy en lo que entendemos como espacio exterior, ya hemos superado la línea de Kármán, hemos dejado atrás el territorio conocido por la aviación y nos aventuramos en el espacio.
Es cierto que hoy en día la tecnología nos permite saber con gran precisión todo lo que nos rodea, pero aún nos queda mucho por descubrir. Este es tan solo el inicio de mi gran viaje, aún quedan muchos meses para que pueda volver a pisar tierra, pero en este preciso instante solo puedo pensar en lo feliz que me hace poder gritar a cientos de kilómetros sobre el nivel del mar que soy exploradora.
Todos mis sueños de niña se han cumplido, y aunque no nos permitían llevarnos grandes cosas en nuestro viaje, he conseguido colar un minidragón. Lo llevo oculto en el bolsillo interior del traje. Espero que me ayude en esta aventura porque no sé si “hic sunt dracones”.
Aunque mi llegada a este planeta ha sido mucho, mucho posterior, creo que esto de los dragones sí que ha marcado mi vida. De pequeña estos seres eran mi predilección. Adoraba las historias de valerosos dragones que surcaban los cielos para salvar a sus compañeros humanos.
Y a través de ellos me adentré en el maravilloso mundo de los exploradores. Esas personas que podrían considerarse cazadores de dragones, ya que como dirían los cartógrafos iban al nido de estos para poner luz sobre nuestro futuro descubriendo nuevas plantas o animales nunca vistos.
Tras mi etapa draconiana, que debí superar a los 6 u 8 años, lo de la exploración siguió atrapándome. Las peripecias de Alexander von Humboldt intentado llegar a la cima del Chimborazo o las arriesgadas travesías de Shackleton y su tripulación en la conquista de la Antártida hicieron que, aunque sonase raro, todas las personas de mi casa supiesen que quería ser exploradora. Devoraba todos los libros que llegaban a mis manos y que me descubrían nuevos mundos, me transportaban a largas travesías en barco, a interminables caminatas ascendiendo montañas, en definitiva, me transportaban a un mundo de libertad.
Tengo que decir que, en más de una, y por qué no decirlo, en más de un ciento de veces, trataron de persuadirme. En el colegio siempre tenía que aguantar la mítica pregunta de…
- Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?
Las caras que me ponían cuando decía que quería ser exploradora no tenían desperdicio, al final siempre acababan con esas frasecitas como: “a ver, pero me refiero a una profesión de verdad” o la que a mí más me gustaba “pero ¿cómo vas a ser exploradora, si hoy en día ya lo conocemos todo?”
Ya han pasado un par de décadas de estos comentarios. Ya no tengo relación con esas personas y si los veo por la calle seguro que no los conozco, pero la verdad es que en estos momentos me encantaría poder decirles que se equivocaban. Decirles frente a frente que aún nos queda mucho que explorar y que como en mis sueños, yo estoy poniendo mi granito de arena para descubrir esas tierras de dragones.
La verdad es que no entiendo por qué me han atropellado todos estos recuerdos de golpe en el instante más importante de mi vida. Esta misma mañana me ponía mi traje espacial hecho a medida y con la más alta tecnología y hacíamos el último repaso a nuestra misión. Todo tenía que encajar a la perfección para que nuestro viaje sea un éxito y mi papel es fundamental pues soy la responsable de nuestra nave.
Ahora mismo ya estoy en lo que entendemos como espacio exterior, ya hemos superado la línea de Kármán, hemos dejado atrás el territorio conocido por la aviación y nos aventuramos en el espacio.
Es cierto que hoy en día la tecnología nos permite saber con gran precisión todo lo que nos rodea, pero aún nos queda mucho por descubrir. Este es tan solo el inicio de mi gran viaje, aún quedan muchos meses para que pueda volver a pisar tierra, pero en este preciso instante solo puedo pensar en lo feliz que me hace poder gritar a cientos de kilómetros sobre el nivel del mar que soy exploradora.
Todos mis sueños de niña se han cumplido, y aunque no nos permitían llevarnos grandes cosas en nuestro viaje, he conseguido colar un minidragón. Lo llevo oculto en el bolsillo interior del traje. Espero que me ayude en esta aventura porque no sé si “hic sunt dracones”.
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