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LA LUNA DE NOGERIA

“Entrada número seiscientos veintisiete del diario estelar. Soy el Dr. Morgan del E.C.H.T. (Expedición Científica de Humanos Terrestres).”
“La exploración del sistema Mentis no esta dando los frutos que se esperaban. Por ahora, podemos limitarnos a destacar la ácida lluvia de Clorilis Prime, la cual ha desintegrado a tres de nuestros marines. Es curioso saben, ni los soldados más entrenados de la galaxia son capaces de hacer frente a las inclemencias liberadas por un astro en su máximo apogeo.”
“Nos dirigimos con rumbo constante a la luna de Nogeria. No parece gran cosa, a simple vista podríamos afirmar que es una masa infértil en medio del vacío espacial. A pesar de ello, el Dr. Civis ha insistido. Cito textualmente: “Los grandes secretos nunca se ocultan bajo una dorada capa, ni se envuelven en papel de regalo. Los secretos se encuentran en la normalidad, en lo estático, en lo inhóspito.”
“Ciertamente, no soy quién para llevarle la contraria, solo soy un amante de la vida, un biólogo en toda su esencia.”
La nave se acercaba a la superficie, de tamaño considerable, transportaba a un puñado de excéntricos científicos con sus respectivos matones a sueldo.
El aterrizaje fue usual, sin complicaciones ni anomalías. La rampa de despliegue bajaba lentamente, rodeada por un humo blanquecino que la engullía por momentos al punto de hacerla desaparecer. Tras esta intrigante niebla, tres V.A.G.S.A. (vehículo todoterreno de adaptación gravitatoria y soporte atmosférico) asomaban el hocico como si de depredadores acechando a su desgraciada presa se tratara.
La expedición dio entonces comienzo. La superficie era seca y sólida, de un color rojo carmesí. La luz no rebotaba en aquel árido suelo y las probabilidades de encontrar vida se reducían a medida que pasaban los días.
Naturalmente, los vehículos estaban lo suficientemente equipados como para sustentar una expedición durante cuatro meses. Sin embargo, no fue hasta el día treinta y seis desde la partida, que algo insólito se presento en forma de gas frente a las desesperanzadas miradas del equipo científico. Una interminable sabana gris se cernía sobre ellos como si de una nube se tratase y, en efecto, lo era. El cielo empezó a llorar como si fuera un niño pequeño con rabieta. La cantidad de agua que caía era abismal, no se lo podían creer, jamás se había visto nada semejante.
A esto, hubo que sumarle la perspicacia de la Dra. Bascom, quien se percató de que la superficie no se inundaba, al contrario, era como si se bebiera aquel abundante líquido. En un momento dado, la geóloga decidió dar el paso. Se equipó con su traje de calibración atmosférica y salió del vehículo de un salto. Tomó entonces una muestra de aquellas potentes lágrimas y, para sorpresa de todos, era agua.
¿Acaso había mar allí, en mitad de aquel rojo desierto? ¿Significaba aquello que había vida?
Estas y otras tantas preguntas asaltaron las puertas de aquellos privilegiados cerebros científicos. Dada la situación, el Dr. Lister sacó su bioescáner par analizar si había alguna forma de vida en el húmedo suelo. Sin embargo, la cosa fue más allá de sus expectativas. No solo detectó una forma de vida, sino un ecosistema entero bajo la superficie de la luna.
En este instante, todo cobró sentido. El agua se filtraba por aquel extraño material rojo de manera casi instantánea, para luego caer a otro mundo. Un mundo lleno de vida, oculto ante las miradas del resto de la galaxia. Cubierto por un sólido escudo, pero al mismo tiempo permeable. Un filtrador que dejaba pasar a lo bueno y bloqueaba la entrada a lo malo. Un sistema perfectamente planteado para su propia supervivencia y autosostenibilidad.
A pesar de ello, el humano es considerado curioso por naturaleza, egoísta desde el punto de vista de otros. La excavación no duró mucho tiempo, solo cinco kilómetros se interponían entre la humanidad y el paraíso. Ante los ojos del primero, un portal hacia otra dimensión se abría. Ante el segundo, una invasión se abalanzaría desde el cielo como si del fin se tratara.
“Entrada número seiscientos sesenta y seis del diario estelar. Lo hemos logrado, el descubrimiento de nueva vida ha sido un éxito. Bajo mis pies, un ecosistema entero abarca las bastas dimensiones del interior lunar.”
“A pesar de todo, tras la cortina de euforia, una emoción ha asaltado mis pensamientos. La tristeza me ha hecho entender. Mis ansias por encontrar vida más allá de los limites explorados me había nublado el juicio. Ahora me pregunto si, lo que estamos a punto de hacer, no significará el colapso de un inocente mundo que jamás pidió que lo descubrieran.”
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