El código de la realidad: el enigma de las gafas binarias
Los Ángeles, 2018. John Quill inventa unas gafas que permiten saber cómo está formada cualquier cosa. 2 días después desaparece él junto su invento de manera misteriosa.
Actualmente, yo, Thomas Wilson, me encuentro en su antigua casa junto a mi mejor amigo, Mark Clark, un informático profesional. La casa no es muy grande. Tiene un par de pisos, pero es muy estrecha.
-Deberíamos volver a casa- comentó Mark-.Mi mujer me está esperando…
-Calla- contesté-, siento que cada vez estamos más cerca.
-Bueno… Oye, fíjate- dijo él cambiando de tono repentinamente mirando hacia el suelo-, hay una baldosa que no cuadra con el resto, solo es un leve cambio pero…
-Quítala.-le interrumpí.
-Vale.
Mark la sacó con poca dificultad y se pudo ver una palanca. Decidí activarla, pero no sucedió nada, o eso creía. Cuando íbamos a salir por la puerta principal, me di cuenta de que la puerta era diferente. Mark, sin darse ni cuenta, abrió la puerta como si nada. Al otro lado había una sala completamente recubierta de metal. Por toda la sala había muchos objetos extraños.
-¿Pero esto no era la salida?- gritó Mark.
-No, me temo que, al tocar la palanca, la puerta que nos llevaba a la salida, ahora nos lleva a esta extraña habitación- le contesté-. Pero bueno, se ha de mirar el lado bueno, hemos encontrado lo que buscábamos.
-Sí, claro…
En la habitación (que más bien parecía un bunker), encontramos de todo, desde una cosa que puede adoptar múltiples formas hasta un misil que, por lo que leo en estos papeles, no es para matar, es para hacer plantaciones masivas de algún vegetal. Pero hubo una cosa que nos llamó mucho la atención, unas simples gafas.
Para hacer una gracieta, se me ocurrió ponérmelas, pero eso no sabía que cambiaría mi vida para siempre.
Una vez puestas empecé a gritar, veía todo negro y verde, excepto a mi amigo.
-¿Estás bien?- preguntó Mark muy asustado.
-Estoy viendo muchos números, especialmente 0 y 1 muchas veces- dije preocupado-, ¿Esto es normal o qué?
-¿Te acuerdas que cuando salió la película de Matrix mucha gente empezó a creer que vivíamos dentro de un ordenador y que una mente superior nos controlaba?- empezó a decir él-. Pues me temo que, si lo que dices es verdad, todos aquellos a los que tratamos de locos tenían razón.
De repente escuché un ruido que me estremeció, eran unas especies de sirenas que sólo podía escuchar yo. Poco después, desde la puerta que entramos a la habitación aparecieron cuatro entidades que parecían poco amigables. Eran verdes y negras, también formadas por 0 y 1. Esto sí que lo vió Mark, que se agarró a mí.
No habían más salidas, hasta que se me ocurrió memorizar el código de la puerta y plasmarlo en otra parte para usarlo de salida, lo cual funcionó.
Conseguimos huir de esas extrañas criaturas, pero era fácil saber que no eran las únicas y que nos perseguirían hasta matarnos. No podíamos pararnos a descansar.
-¿Qué eran esas cosas y cómo acabas de hacer eso?- dijo Mark totalmente asustado-. ¡Quiero explicaciones ya!
-Estoy convencido de que son unas criaturas emergidas del código binario que compone el universo que, cómo has dicho antes, pertenece a un ordenador. Estas criaturas lo que quieren es silenciarnos, para que el mundo no se alarme. Esa es la razón por la que desapareció el creador.
-¿Entonces qué hacemos?
-Salir de este ordenador o lo que sea.
No sabíamos cómo salir de aquí, hasta que de una de las patillas de las gafas salió un papelito que decía el nombre de un lugar, o eso creía porque lo que ponía no se podía leer (ponía A--ar-i-a, c--t--). Solo pudimos intuir que ponía algún lugar, así que llamamos a Mike Allen, un amigo que es geógrafo. El intuyó que decía Antártida, Centro. Así que Mark y yo nos dispusimos a ir para allá. Preparamos todo el equipaje y nos fuimos.
Fuimos en avión hasta el sur de Chile y desde ahí fuimos en un barco de pesca a las costas de la Antártida. Esto no fue nada fácil: no podía llevar las gafas puestas para que no me las viesen y tuvimos que evitar muchas de estas entidades negras y verdes que, por lo visto, no eran vistas por el resto.
Una vez en el centro, saqué las gafas para ver si veía algo distinto, pero se habían ensuciado. No tenía nada para limpiarlas, pero Mark sí. Así que decidí dárselas para que las limpiase y, si quería, se las podía poner. Él se las puso y alucinó igual que yo cuando me las puse por primera vez. Pero en este caso dijo algo que yo no me esperaba.
-Estás compuesto por 0 y 1. Perteneces a este ordenador…
Actualmente, yo, Thomas Wilson, me encuentro en su antigua casa junto a mi mejor amigo, Mark Clark, un informático profesional. La casa no es muy grande. Tiene un par de pisos, pero es muy estrecha.
-Deberíamos volver a casa- comentó Mark-.Mi mujer me está esperando…
-Calla- contesté-, siento que cada vez estamos más cerca.
-Bueno… Oye, fíjate- dijo él cambiando de tono repentinamente mirando hacia el suelo-, hay una baldosa que no cuadra con el resto, solo es un leve cambio pero…
-Quítala.-le interrumpí.
-Vale.
Mark la sacó con poca dificultad y se pudo ver una palanca. Decidí activarla, pero no sucedió nada, o eso creía. Cuando íbamos a salir por la puerta principal, me di cuenta de que la puerta era diferente. Mark, sin darse ni cuenta, abrió la puerta como si nada. Al otro lado había una sala completamente recubierta de metal. Por toda la sala había muchos objetos extraños.
-¿Pero esto no era la salida?- gritó Mark.
-No, me temo que, al tocar la palanca, la puerta que nos llevaba a la salida, ahora nos lleva a esta extraña habitación- le contesté-. Pero bueno, se ha de mirar el lado bueno, hemos encontrado lo que buscábamos.
-Sí, claro…
En la habitación (que más bien parecía un bunker), encontramos de todo, desde una cosa que puede adoptar múltiples formas hasta un misil que, por lo que leo en estos papeles, no es para matar, es para hacer plantaciones masivas de algún vegetal. Pero hubo una cosa que nos llamó mucho la atención, unas simples gafas.
Para hacer una gracieta, se me ocurrió ponérmelas, pero eso no sabía que cambiaría mi vida para siempre.
Una vez puestas empecé a gritar, veía todo negro y verde, excepto a mi amigo.
-¿Estás bien?- preguntó Mark muy asustado.
-Estoy viendo muchos números, especialmente 0 y 1 muchas veces- dije preocupado-, ¿Esto es normal o qué?
-¿Te acuerdas que cuando salió la película de Matrix mucha gente empezó a creer que vivíamos dentro de un ordenador y que una mente superior nos controlaba?- empezó a decir él-. Pues me temo que, si lo que dices es verdad, todos aquellos a los que tratamos de locos tenían razón.
De repente escuché un ruido que me estremeció, eran unas especies de sirenas que sólo podía escuchar yo. Poco después, desde la puerta que entramos a la habitación aparecieron cuatro entidades que parecían poco amigables. Eran verdes y negras, también formadas por 0 y 1. Esto sí que lo vió Mark, que se agarró a mí.
No habían más salidas, hasta que se me ocurrió memorizar el código de la puerta y plasmarlo en otra parte para usarlo de salida, lo cual funcionó.
Conseguimos huir de esas extrañas criaturas, pero era fácil saber que no eran las únicas y que nos perseguirían hasta matarnos. No podíamos pararnos a descansar.
-¿Qué eran esas cosas y cómo acabas de hacer eso?- dijo Mark totalmente asustado-. ¡Quiero explicaciones ya!
-Estoy convencido de que son unas criaturas emergidas del código binario que compone el universo que, cómo has dicho antes, pertenece a un ordenador. Estas criaturas lo que quieren es silenciarnos, para que el mundo no se alarme. Esa es la razón por la que desapareció el creador.
-¿Entonces qué hacemos?
-Salir de este ordenador o lo que sea.
No sabíamos cómo salir de aquí, hasta que de una de las patillas de las gafas salió un papelito que decía el nombre de un lugar, o eso creía porque lo que ponía no se podía leer (ponía A--ar-i-a, c--t--). Solo pudimos intuir que ponía algún lugar, así que llamamos a Mike Allen, un amigo que es geógrafo. El intuyó que decía Antártida, Centro. Así que Mark y yo nos dispusimos a ir para allá. Preparamos todo el equipaje y nos fuimos.
Fuimos en avión hasta el sur de Chile y desde ahí fuimos en un barco de pesca a las costas de la Antártida. Esto no fue nada fácil: no podía llevar las gafas puestas para que no me las viesen y tuvimos que evitar muchas de estas entidades negras y verdes que, por lo visto, no eran vistas por el resto.
Una vez en el centro, saqué las gafas para ver si veía algo distinto, pero se habían ensuciado. No tenía nada para limpiarlas, pero Mark sí. Así que decidí dárselas para que las limpiase y, si quería, se las podía poner. Él se las puso y alucinó igual que yo cuando me las puse por primera vez. Pero en este caso dijo algo que yo no me esperaba.
-Estás compuesto por 0 y 1. Perteneces a este ordenador…
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